ཨོཾ་མ་ཎི་པ་དྨེ་ཧཱུྃ།

domingo, 22 de enero de 2023

La Paramita de la paciencia


La Paramita de la paciencia (significado de Paramita) En el budismo, los Pāramitā o Pāramī (sánscrito y pāli respectivamente) son virtudes o perfecciones que se deben cumplir para purificar el karma y vivir una vida sin obstrucciones en el camino al bodhisattva (iluminación).

La paciencia nos lleva más allá de las acciones, requiere una actitud diferente, sobre todo ante la adversidad. ¿Sabías que implica un estado mental proactivo en lugar de una pasividad reactiva? La paciencia se puede entrenar, ¿quieres saber cómo? Te invito a seguir leyendo. 

El significado de la paciencia

Cuando le llega el sufrimiento a un sabio,

no le quebranta la serenidad de su mente.

En la lucha contra las emociones negativas,

como en toda la batalla, son muchas las dificultades.

La paciencia se define como la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse; o también como la facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Vemos pues que, según el diccionario, ya implica un estado mental o una capacidad.

La paciencia en el Dharma se basa en no permitir que la mente se agite debido a condiciones desfavorables. Está asociada a una actitud enraizada en la aceptación de lo que sucede, esta nos lleva a una paz que trasciende las circunstancias.

Ahora bien, no es pasividad ni tolerancia ciega. Es decir, no debemos caer ni en el extremo de pensar que “me da igual” o que nada importa y que hagan o digan lo que quieran… ni en su opuesto estar imponiéndonos a la realidad queriendo que las cosas sean diferentes. Así, es un proceso de soltar la lucha interna.

Una vez tenemos una buena conducta buenos hábitos y patrones de comportamiento correctos persiste igualmente en nosotros una lucha interna de estar peleando con la realidad, buscando que el exterior cambie según nuestras preferencias, comportándonos básicamente como una persona caprichosa.

Tenemos que adoptar el camino del medio, estar en paz, tranquilos, con una aceptación total, pero, al mismo tiempo, estar muy interesados en que todo salga bien, invirtiendo nuestra energía y recursos para mejorar el mundo y sabiendo que lo que va a suceder no será lo que habíamos querido o planeado.

La paciencia como paramita

En el budismo, la paciencia es un ingrediente esencial en el desarrollo personal. Cuanto más avanzamos en el camino, más la vamos a necesitar. 

Para que esta califique como paramita tiene que estar inspirada por bodhichitta, respaldada por la comprensión de la vacuidad —la sabiduría que no conceptualiza las tres esferas: sujeto, objeto y acción y sellada por la dedicación de méritos.

Entonces, la paciencia inspirada por bodhichitta nos lleva a practicarla viendo que la adversidad que padecemos es compartida también por muchos seres sintientes y que el trabajo para ser más pacientes nos acerca a la comprensión de la realidad. Por ende, se traduce en una oportunidad para avanzar hacia la iluminación de todos los seres.

Esta misma aceptación de la adversidad compartida que todos sufrimos nos lleva a ver la futilidad de nuestras esperanzas. Así, vemos que tanto las expectativas y la acción que las satisface como su sujeto son ilusiones y, en consecuencia, no tienen existencia por ellas mismas.

Finalmente, si hemos llevado a la práctica las dos primeras bodhichitta y vacuidad, la dedicación de méritos cierra el círculo conectándonos, a su vez, con el bienestar de todos los seres. 

Las cuatro cualidades que califican la paciencia como paramita

Además, la paciencia tiene que tener las cuatro cualidades:

  • Descartar su opuesto, la ira. En este sentido tenemos que detectarla antes de que aparezca y descubrir y descartar la secuencia que la genera: apego o expectativa cristalizada, sorpresa, desilusión y tristeza, rechazo e insistencia, irritación y frustración, detonante y, por último, enfado e ira. Aquí la paramita anterior, la conducta, nos ayuda a detectar el estado mental por el que transitamos antes de caer en la ira mediante la recolección, la vigilancia y el cuidado.
  • Comprensión de la carencia de existencia inherente de personas y fenómenos. La paciencia nos ayuda a trabajar el aferramiento a procesos o a sucesos y, como resultado, a reducir la tendencia a la imposición de que algo suceda de una manera determinada. A partir de la disminución del aferramiento a procesos, podemos ir disminuyendo el egocentrismo que nos ata a una visión limitada, no dejándonos ver que todo aquello que sucede no gira a nuestro alrededor ni tampoco alrededor del resto de personas.
  • Ser capaz de satisfacer las necesidades espirituales de otros. La paciencia nos sitúa en una disposición que fomenta la paz mental y, en este estado de tranquilidad, cambia nuestro karma y visión, con lo que podremos estar más atentos a qué necesitan los demás.
  • Ayudar a progresar de tres formas:

1. Cambio de conducta. Practicar la paciencia nos ayuda a combatir la infelicidad, que es la principal causa de la ira

2. Interés en la práctica espiritual. El estado mental que favorece esta paramita aporta tranquilidad y esto se refleja en que nos relacionamos de forma más sana con las personas. De esta manera, no solo beneficiamos a los demás directamente, sino que ellos se interesan en cómo mantenemos esta actitud.

3. Progreso en el camino espiritual. La paciencia nos hace más tolerantes, interna y externamente. Entrenándonos en ella con los actos o palabras de otros, elevamos nuestro nivel interno de aceptación de las aflicciones y, consecuentemente, la capacidad de gestionarlas constructivamente, cosa que nos lleva a avanzar.

Los siete apegos de los que la paciencia tiene que estar libre

Y tiene que estar libre de siete apegos:

  • A la ira o al odio, es decir, a dejarse llevar por el enfado.
  • A posponer el afrontar la tendencia adquirida de enfadarse o irritarse, y de su causa la expectativa cristalizada y su consecuencia inmediata la tristeza.
  • A la satisfacción inmediata a sentirnos satisfechos con los logros ya obtenidos o a permanecer en el estado de paz que surge de la aceptación. Debemos tener claro que todo logro es limitado hasta que lleguemos a la iluminación.
  • A una recompensa en esta vida, que seamos pacientes buscando solamente los beneficios que reporta en esta encarnación como no tener miedo a la muerte o que apacigüe a los enemigos.
  • A una recompensa en futuras vidas que nos reporte belleza, salud, poder y el no tener enemigos en vidas sucesivas.
  • A estar apegado a la tendencia opuesta de la paramita o al proceso que genera el pretender que las cosas sean como deseamos y que empieza en una expectativa cristalizada. Quiere decir que no queremos deshacernos del hábito de apegarnos a conceptos o ideas de cómo tiene que suceder algo y del proceso que nos lleva, finalmente, a enfadarnos.
  • A estar apegado a las distracciones. Por una parte, que el hecho de ser pacientes nos lleve a pensar que solo importa nuestra iluminación y, por lo tanto, que los demás son un medio para que progresemos individualmente. Por otra parte, las distracciones que cristalizan los logros de la paciencia tienden a cosificar o a objetivar y, por ello, a imbuir de existencia independiente a las tres esferas el estado que tenemos, la acción realizada siguiendo la práctica de la paciencia y la persona o situación en la que o sobre quién la hemos aplicado.

La práctica de la paciencia

Las palabras hirientes y las de desprecio,

y aquellas que no nos gusta oír,

puesto que no dañan al cuerpo,

¿por qué, oh mente, te hacen enfadar tanto?

Para superar la ira aplicamos antídotos en relación a los tres tipos de paciencia. Así, hay tres posibles enfoques de cómo desarrollar tolerancia.

Paciencia con las dificultades

Es la madurez de imponernos ciertos retos a medida que nos interesamos seriamente en el camino espiritual. Conforme vamos siendo capaces de postergar el premio hasta el gozo final de la iluminación, aparecerán, a corto plazo, dificultades e incomodidades que tendremos que afrontar.

La práctica espiritual contradice la realidad inmediata nuestras costumbres, pero es el proyecto más importante que podemos emprender si estamos interesados en la felicidad genuina. En ello, todo lo que invertimos rinde fruto, pero algunas veces hay que esperar y eso requiere paciencia.

Tenemos que mantener en la mente que el desarrollo no es el camino del confort, con lo que gestionamos los contratiempos emprendiendo la vía del medio: sin ir al extremo de la autoflagelación, del ascetismo como algo sagrado, así como también descartamos el hedonismo.

Las trabas en el camino nos enseñan humildad fundamental para recibir enseñanzas de los maestros y nos ayudan a fomentar la empatía a conectar con el sufrimiento ajeno. Asimismo, los obstáculos nos enseñan el daño que causan las acciones negativas. Para fomentar este tipo de paciencia valoramos la espiritualidad y lo que nos puede aportar: una felicidad genuina sostenible.

Paciencia para comprender la realidad

Aquí se refiere a la capacidad de tolerar la verdad, ya que esta es inquietante y rompe el mito del ego. Y tiene dos aspectos: la verdad relativa y la última. 

Última en el sentido de permitirnos ver quiénes somos: el estado base de conciencia, la claridad última, una esencia luminosa, espaciosa e infinita que nos da miedo si no estamos acostumbrados a ella. 

A nivel relativo, tampoco admitimos la existencia cotidiana porque no coincide con las expectativas y planes que nos hemos construido. Entonces, podemos entender que en samsara actuamos apoyándonos en la ignorancia (es decir, en ideaciones irreales) y esto causa perjuicio a tal punto que samsara mismo es sufrimiento.

Este tipo de paciencia se trabaja con la aceptación de la realidad, tanto relativa como última; y esto requiere apertura, observación, sentido común y cierto análisis. 

Paciencia para tolerar el daño

Significa tolerar el mal que nos causa otro ser; y para eso hay que identificar nuestro auténtico enemigo que es la ira. Así, el objetivo es apaciguarla con valentía, luchando contra las aflicciones. Tenemos que tener claro que lo que percibimos como maldad en otros es ignorancia, karma y aflicciones, el caos humano que está viviendo esa persona.

Es imposible lograr la iluminación sin paciencia y es imposible desarrollarla sin irritación. Por lo tanto, alguien que te irrita te está ayudando a iluminarte. En este sentido la adversidad se puede aprovechar como un aprendizaje.

4. Entrenar la paciencia

Podemos entrenar la paciencia gradualmente, creando hábitos que faciliten su práctica. Así, trabajaremos con tres aspectos:

  • Objeto. Empezamos cultivando la paciencia con seres cercanos para ir aumentando el círculo a personas cada vez más alejadas del entorno que nos rodea. 
  • Tiempo. Se recomienda trabajar primero con períodos cortos e ir extendiendo el tiempo a medida que se avanza.
  • Naturaleza. Iniciamos el entrenamiento con daños menores para, progresivamente, cultivar la paciencia en relación a perjuicios mayores.

Tenemos que exigirnos un paso, un pequeño cambio, un progreso todos los días con retos pequeños y asumibles, pero sin desfallecer ni desanimarnos.

El calor, el frío, la lluvia, el viento,

las enfermedades, el ser aprisionado, golpeado…

no deben hacerme sentir irritado.

Pues eso solo agravaría el padecimiento.

Panorama general de las seis perfecciones: Las seis paramitas

  • Generosidad.
  • Autodisciplina ética.
  • Paciencia.
  • Perseverancia.
  • Estabilidad mental (concentración)
  • Darse cuenta que discrimina (sabiduría)


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario