La Paramita de la paciencia (significado de Paramita) En el budismo, los Pāramitā o Pāramī (sánscrito y pāli
respectivamente) son virtudes o perfecciones que se deben cumplir para
purificar el karma y vivir una vida sin obstrucciones en el camino al bodhisattva
(iluminación).
La paciencia nos lleva más
allá de las acciones, requiere una actitud diferente, sobre todo ante la
adversidad. ¿Sabías que implica un estado mental proactivo en lugar de una
pasividad reactiva? La paciencia se puede entrenar, ¿quieres saber cómo? Te
invito a seguir leyendo.
El significado de la paciencia
Cuando le llega el sufrimiento
a un sabio,
no le quebranta la serenidad
de su mente.
En la lucha contra las
emociones negativas,
como en toda la batalla, son
muchas las dificultades.
La paciencia se define como la
capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse; o también como la facultad
de saber esperar cuando algo se desea mucho. Vemos pues que, según el
diccionario, ya implica un estado mental o una capacidad.
La paciencia en el Dharma se
basa en no permitir que la mente se agite debido a condiciones desfavorables.
Está asociada a una actitud enraizada en la aceptación de lo que sucede,
esta nos lleva a una paz que trasciende las circunstancias.
Ahora bien, no es pasividad
ni tolerancia ciega. Es decir, no debemos caer ni en el extremo de pensar
que “me da igual” o que nada importa y que hagan o digan lo que quieran… ni en
su opuesto estar imponiéndonos a la realidad queriendo que las cosas sean
diferentes. Así, es un proceso de soltar la lucha interna.
Una vez tenemos una buena
conducta buenos hábitos y patrones de comportamiento correctos persiste
igualmente en nosotros una lucha interna de estar peleando con la realidad,
buscando que el exterior cambie según nuestras preferencias, comportándonos
básicamente como una persona caprichosa.
Tenemos que adoptar el camino
del medio, estar en paz, tranquilos, con una aceptación total, pero,
al mismo tiempo, estar muy interesados en que todo salga bien, invirtiendo
nuestra energía y recursos para mejorar el mundo y sabiendo que lo que va a
suceder no será lo que habíamos querido o planeado.
La paciencia como paramita
En el budismo, la paciencia
es un ingrediente esencial en el desarrollo personal. Cuanto más avanzamos
en el camino, más la vamos a necesitar.
Para que esta califique como
paramita tiene que estar inspirada por bodhichitta, respaldada por la
comprensión de la vacuidad —la sabiduría que no conceptualiza las tres
esferas: sujeto, objeto y acción y sellada por la dedicación de méritos.
Entonces, la paciencia inspirada
por bodhichitta nos lleva a practicarla viendo que la adversidad que
padecemos es compartida también por muchos seres sintientes y que el trabajo
para ser más pacientes nos acerca a la comprensión de la realidad. Por ende, se
traduce en una oportunidad para avanzar hacia la iluminación de todos los
seres.
Esta misma aceptación de la
adversidad compartida que todos sufrimos nos lleva a ver la futilidad de
nuestras esperanzas. Así, vemos que tanto las expectativas y la acción que
las satisface como su sujeto son ilusiones y, en consecuencia, no tienen
existencia por ellas mismas.
Finalmente, si hemos llevado a
la práctica las dos primeras bodhichitta y vacuidad, la dedicación de
méritos cierra el círculo conectándonos, a su vez, con el bienestar de
todos los seres.
Las cuatro cualidades que
califican la paciencia como paramita
Además, la paciencia tiene que
tener las cuatro cualidades:
- Descartar su opuesto,
la ira. En este sentido tenemos que detectarla antes de que aparezca y
descubrir y descartar la secuencia que la genera: apego o expectativa
cristalizada, sorpresa, desilusión y tristeza, rechazo e insistencia,
irritación y frustración, detonante y, por último, enfado e ira.
Aquí la paramita anterior, la conducta, nos ayuda a detectar el
estado mental por el que transitamos antes de caer en la ira mediante la
recolección, la vigilancia y el cuidado.
- Comprensión de la carencia de existencia
inherente de personas y fenómenos. La paciencia nos
ayuda a trabajar el aferramiento a procesos o a sucesos y, como resultado,
a reducir la tendencia a la imposición de que algo suceda de una manera
determinada. A partir de la disminución del aferramiento a procesos,
podemos ir disminuyendo el egocentrismo que nos ata a una visión limitada,
no dejándonos ver que todo aquello que sucede no gira a nuestro alrededor
ni tampoco alrededor del resto de personas.
- Ser capaz de satisfacer las necesidades
espirituales de otros. La paciencia nos sitúa en una
disposición que fomenta la paz mental y, en este estado de tranquilidad,
cambia nuestro karma y visión, con lo que podremos estar más atentos a qué
necesitan los demás.
- Ayudar a progresar de tres formas:
1. Cambio de conducta.
Practicar la paciencia nos ayuda a combatir la infelicidad, que es la principal
causa de la ira
2. Interés en la práctica
espiritual. El estado mental que favorece esta paramita aporta tranquilidad
y esto se refleja en que nos relacionamos de forma más sana con las personas.
De esta manera, no solo beneficiamos a los demás directamente, sino que ellos
se interesan en cómo mantenemos esta actitud.
3. Progreso en el camino espiritual.
La paciencia nos hace más tolerantes, interna y externamente. Entrenándonos en
ella con los actos o palabras de otros, elevamos nuestro nivel interno de
aceptación de las aflicciones y, consecuentemente, la capacidad de gestionarlas
constructivamente, cosa que nos lleva a avanzar.
Los siete apegos de los que la
paciencia tiene que estar libre
Y tiene que estar libre de
siete apegos:
- A la ira o al odio,
es decir, a dejarse llevar por el enfado.
- A posponer el
afrontar la tendencia adquirida de enfadarse o irritarse, y de su causa la
expectativa cristalizada y su consecuencia inmediata la tristeza.
- A la satisfacción inmediata a
sentirnos satisfechos con los logros ya obtenidos o a permanecer en el
estado de paz que surge de la aceptación. Debemos tener claro que todo
logro es limitado hasta que lleguemos a la iluminación.
- A una recompensa en esta vida, que
seamos pacientes buscando solamente los beneficios que reporta en esta
encarnación como no tener miedo a la muerte o que apacigüe a los enemigos.
- A una recompensa en futuras vidas que
nos reporte belleza, salud, poder y el no tener enemigos en vidas
sucesivas.
- A estar apegado a la tendencia opuesta de
la paramita o al proceso que genera el pretender que
las cosas sean como deseamos y que empieza en una expectativa
cristalizada. Quiere decir que no queremos deshacernos del hábito de
apegarnos a conceptos o ideas de cómo tiene que suceder algo y del proceso
que nos lleva, finalmente, a enfadarnos.
- A estar apegado a las distracciones.
Por una parte, que el hecho de ser pacientes nos lleve a pensar que solo
importa nuestra iluminación y, por lo tanto, que los demás son un medio
para que progresemos individualmente. Por otra parte, las distracciones
que cristalizan los logros de la paciencia tienden a cosificar o a
objetivar y, por ello, a imbuir de existencia independiente a las tres
esferas el estado que tenemos, la acción realizada siguiendo la práctica
de la paciencia y la persona o situación en la que o sobre quién la hemos
aplicado.
La
práctica de la paciencia
Las
palabras hirientes y las de desprecio,
y
aquellas que no nos gusta oír,
puesto
que no dañan al cuerpo,
¿por
qué, oh mente, te hacen enfadar tanto?
Para
superar la ira aplicamos antídotos en relación a los tres tipos de paciencia.
Así, hay tres posibles enfoques de cómo desarrollar tolerancia.
Paciencia
con las dificultades
Es la
madurez de imponernos ciertos retos a medida que nos interesamos seriamente en
el camino espiritual. Conforme vamos siendo capaces de postergar el premio
hasta el gozo final de la iluminación, aparecerán, a corto plazo, dificultades
e incomodidades que tendremos que afrontar.
La
práctica espiritual contradice la realidad inmediata nuestras costumbres, pero
es el proyecto más importante que podemos emprender si estamos interesados en
la felicidad genuina. En ello, todo lo que invertimos rinde fruto, pero algunas
veces hay que esperar y eso requiere paciencia.
Tenemos
que mantener en la mente que el desarrollo no es el camino del confort, con lo
que gestionamos los contratiempos emprendiendo la vía del medio: sin ir al
extremo de la autoflagelación, del ascetismo como algo sagrado, así como
también descartamos el hedonismo.
Las
trabas en el camino nos enseñan humildad fundamental para recibir enseñanzas de
los maestros y nos ayudan a fomentar la empatía a conectar con el sufrimiento
ajeno. Asimismo, los obstáculos nos enseñan el daño que causan las acciones
negativas. Para fomentar este tipo de paciencia valoramos la espiritualidad y
lo que nos puede aportar: una felicidad genuina sostenible.
Paciencia
para comprender la realidad
Aquí
se refiere a la capacidad de tolerar la verdad, ya que esta es inquietante y
rompe el mito del ego. Y tiene dos aspectos: la verdad relativa y la
última.
Última
en
el sentido de permitirnos ver quiénes somos: el estado base de conciencia, la
claridad última, una esencia luminosa, espaciosa e infinita que nos da miedo si
no estamos acostumbrados a ella.
A
nivel relativo, tampoco admitimos la existencia cotidiana porque no coincide
con las expectativas y planes que nos hemos construido. Entonces, podemos
entender que en samsara actuamos apoyándonos en la ignorancia (es decir, en
ideaciones irreales) y esto causa perjuicio a tal punto que samsara mismo es
sufrimiento.
Este
tipo de paciencia se trabaja con la aceptación de la realidad, tanto relativa
como última; y esto requiere apertura, observación, sentido común y cierto
análisis.
Paciencia
para tolerar el daño
Significa
tolerar el mal que nos causa otro ser; y para eso hay que identificar nuestro
auténtico enemigo que es la ira. Así, el objetivo es apaciguarla con valentía,
luchando contra las aflicciones. Tenemos que tener claro que lo que percibimos
como maldad en otros es ignorancia, karma y aflicciones, el caos humano que
está viviendo esa persona.
Es
imposible lograr la iluminación sin paciencia y es imposible desarrollarla sin
irritación. Por lo tanto, alguien que te irrita te está ayudando a iluminarte.
En este sentido la adversidad se puede aprovechar como un aprendizaje.
4.
Entrenar la paciencia
Podemos
entrenar la paciencia gradualmente, creando hábitos que faciliten su práctica.
Así, trabajaremos con tres aspectos:
- Objeto. Empezamos
cultivando la paciencia con seres cercanos para ir aumentando el círculo a
personas cada vez más alejadas del entorno que nos rodea.
- Tiempo. Se recomienda
trabajar primero con períodos cortos e ir extendiendo el tiempo a medida
que se avanza.
- Naturaleza.
Iniciamos el entrenamiento con daños menores para, progresivamente,
cultivar la paciencia en relación a perjuicios mayores.
Tenemos
que exigirnos un paso, un pequeño cambio, un progreso todos los días con retos
pequeños y asumibles, pero sin desfallecer ni desanimarnos.
El
calor, el frío, la lluvia, el viento,
las
enfermedades, el ser aprisionado, golpeado…
no
deben hacerme sentir irritado.
Pues
eso solo agravaría el padecimiento.
Panorama
general de las seis perfecciones: Las seis paramitas
- Generosidad.
- Autodisciplina ética.
- Paciencia.
- Perseverancia.
- Estabilidad mental (concentración)
- Darse cuenta que discrimina (sabiduría)
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