La genealogía es una
de las ciencias auxiliares de la Historia que permite
rastrear los orígenes de una persona, familia o comunidad a partir de
determinar quiénes fueron sus ancestros y de donde provenían. Pero también
tiene gran utilidad para las ciencias de la salud.
Según el Diccionario de la
Real Academia Española, la palabra proviene del griego genos: raza,
nacimiento u origen, y logos: ciencia, estudio o conocimiento. La
genealogía sería entonces la disciplina que estudia los progenitores y
ascendientes de una persona, así como el origen y evolución de algo.
La Enciclopedia
Britannica, por su parte, la define como “el estudio de los orígenes e
historia de la familia. Los genealogistas compilan listas de ancestros, que
organizan en árboles genealógicos (pedigree chair). Las formas varían desde los
rudimentarios hasta los comparativamente complejos; la genealogía se puede
encontrar en todas las naciones y periodos”.
En qué consiste
la investigación genealógica
Los trabajos de investigación
propios de la genealogía consisten en recopilar la mayor
cantidad de antecedentes a través de fuentes orales y documentales. La primera
fuente que se utiliza son los recuerdos la propia persona y de familiares
cercanos. La segunda son los documentos recopilados en Registros Civiles,
Archivos Históricos, Iglesias y Hospitales. Eventualmente se recurre a fuentes
arqueológicas y al estudio de representaciones artísticas. Últimamente han comenzado
a utilizarse también los archivos digitales y las pruebas genéticas.
Historia de la
genealogía
La genealogía ya era utilizada
en la antigüedad. En su poema Teogonía, el poeta griego Hesíodo
(siglo VII AC) realiza una genealogía de los dioses y héroes legendarios. La
célebre obra de Virgilio (70 – 19 AC), la Eneida, escrita por
encargo del primer emperador romano Augusto Cesar (63 AC- 14 DC), explica el
origen mítico de Roma a partir del héroe troyano Eneas, realizando una
genealogía que llega hasta el propio emperador (al que le atribuye ser
descendiente de Eneas y de Rómulo). En la Biblia encontramos
numerosas genealogías que comienzan con Adán y Eva, y se remontan hasta
Jesucristo. En el siglo XVII el arzobispo James Usher (1581- 1656) de
Irlanda utilizó esta genealogía para calcular que –según las Escrituras- la
Tierra debería haber sido creada el sábado 22 de octubre de 4004 AC a las 18
horas.
En la Antigua China el respeto
a los ancestros y mayores llevó también a registrar los orígenes de cada persona. En
los países islámicos servía para identificar a los descendientes del profeta
Mohammad (Mahoma) que reclamaban el Califato, por lo que la
genealogía tenía una gran importancia política y religiosa. En países como la
India, en donde era común la poligamia, el concubinato y la adopción ayudaba a
evitar problemas con la herencia y la propiedad. En Etiopía se
construyeron genealogías para justificar la creencia de que el emperador era
descendiente del rey hebreo Salomón y la reina africana Saba.
En la Europa Medieval
las personas pertenecientes a la nobleza y la realeza se interesaban por
investigar sobre su origen familiar y realizaban árboles genealógicos,
no solamente para probar su “sangre azul”, sino también para determinar
la sucesión en los cargos públicos. Un ejemplo de esto fue la muerte en 1286
del rey de Escocia Alexander III y el posterior fallecimiento de su única
descendiente sobreviviente Margaret de Noruega en 1290, que llevó recurrir a la
genealogía para encontrar al familiar más cercano en condiciones de heredar la
corona. Más de una docena de reyes europeos se adjudicaban el trono escoces, lo
que desembocó en la invasión inglesa del territorio.
En las costas mediterráneas
las familias solían trasmitir su genealogía de manera oral a través de cuentos
y poemas en donde se mezclaba la ficción con la realidad.
A partir del Concilio
de Trento (1545-1563) la Iglesia Católica decidió registrar
todos los rituales ocurridos en las parroquias. Esto generó una gran
cantidad de documentación que obligó a su ordenamiento, clasificación y
cuidado. Por lo tanto, en las parroquias europeas y americanas se pueden
encontrar libros con actas de bautismos, confirmaciones, primeras comuniones,
matrimonios y defunciones que datan desde el siglo XVI. La estructura de un
acta de bautismo era la siguiente: nombre de la parroquia y el de la villa o
ciudad, el día, mes y año, nombre del ministro del sacramento con su título, el
nombre y datos personales del bautizado, la hora, día y lugar de nacimiento con
el nombre de los padres, vecindad y naturaleza; también el nombre, apellidos,
domicilio y naturaleza tanto de los abuelos paternos como los maternos y
terminando con el nombre y apellido de los padrinos. Los demás documentos
guardan una estructura similar. Con modificaciones, este sistema se mantiene
hasta nuestros días.
A partir de la Modernidad, con
el ascenso de la burguesía y la aparición de formas de producción capitalista
la confección de árboles genealógicos dejó de ser algo propio de la
aristocracia para empezar a interesar a toda la sociedad.
En 1928 se realizó en
Barcelona el Primer Congreso Internacional de Heráldica y Genealogía, que
fue de gran importancia para establecer formas universales de construcción de
árboles genealógicos, la promoción de la genealogía y la formación de
profesionales en el área. Este Congreso influyó en la creación de sociedades
genealógicas en todo el mundo. Un ejemplo de esto fue la creación en
1940 del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, que al año siguiente
comenzó a editar su revista. Esta institución realizó la genealogía de varias
familias ilustres del país, rastreando sus orígenes hasta la época de la
conquista española.
El estudio de la
genealogía y los árboles genealógicos
Uno de los proyectos más
ambiciosos de confección de genealogías es el emprendido por la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Popularmente
conocidos como mormones, los miembros de esta Iglesia fundaron en
1894 la Sociedad Genealógica de Utah en Salt Lake City, con el objetivo de
crear “una macro base de datos que reúna la historia familiar de toda la
Humanidad”. En 1938 emprendieron un proyecto destinado a microfilmar
documentos de archivos parroquiales y municipales. La conservación es estricta,
tanto que la información microfilmada es custodiada en su gigantesca base de
datos situada a 200 metros bajo tierra, en la cripta acorazada de la Montaña de
Granito de Utah, a 40 kilómetros de Salt Lake City. Se calcula que en la
actualidad hay 2,4 millones de rollos y 1,5 millones de fotografías
provenientes de 100 países y en más de 170 idiomas. Además, estos documentos
son digitalizados y puestos al servicio de los usuarios mediante una página
web.
Sin embargo, el árbol
genealógico más grande realizado hasta la actualidad es el que confeccionaron
un equipo de científicos estadounidenses e israelíes bajo la dirección de la
investigadora Joanna Kaplans del Centro de Genoma de New York. En
total se examinaron datos personales de 86 millones de personas y 13 millones
de registros, para llegar a elaborar un árbol de 110 millones de personas que
permite rastrear los ancestros de cada una hasta 11 generaciones y 500 años en
el pasado. Esto permite mostrar la movilidad humana, la dispersión genética y
los cambios en la salud de las poblaciones.
¿En qué nos
puede ayudar conocer nuestro árbol genealógico?
En la actualidad los árboles
genealógicos se utilizan también para llevar a cabo el diagnóstico de
enfermedades. En este caso consiste en la representación gráfica de la historia
clínica familiar. Dicha representación facilita la identificación de
síndromes genéticos y el establecimiento de diagnósticos presintomáticos. A
su vez permite calcular mejor el riesgo (recurrencia u ocurrencia) y los
patrones de herencia de una enfermedad. Así de manera rápida y económica puede
desecharse la posibilidad de contraer una enfermedad o estar atentos a los
síntomas de su posible aparición.
La genealogía se convierte así
en una herramienta de gran utilidad, tanto para la historia como para la
medicina, la biología, la salud pública y la epidemiología.
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