La práctica cotidiana del Dzogchen
consiste en cultivar simplemente una plena aceptación carente de preocupación y
una apertura sin límite ante todas las circunstancias. Debemos comprender que
la apertura es el campo de juego de las emociones y relacionarnos con nuestro
prójimo sin artificialidad, manipulación ni estrategias.
Tenemos que experimentarlo
todo completamente, sin tratar de escondernos dentro de nosotros mismos como la
marmota que se oculta en su madriguera. Esta práctica libera una energía tremenda
que, por lo general, se ve constreñida porque intentamos mantener puntos de
referencia fijos. Los puntos de referencia son el proceso que utilizamos para
alejarnos de la experiencia directa de la vida cotidiana.
Al principio, el intento de
permanecer presentes en el momento puede provocar cierto temor. Pero, si damos
la bienvenida a la sensación de temor con plena apertura, atravesaremos ese
obstáculo creado por nuestras pautas emocionales habituales.
Cuando llevamos a cabo la
práctica de descubrimiento del espacio, debemos experimentar un sentimiento de
plena apertura hacia todo el universo. Tenemos que abrirnos con absoluta
simplicidad y desnudez mental. Ésta es la poderosa aunque ordinaria práctica de
dejar caer nuestra máscara de autoprotección.
En la meditación, no tenemos
que establecer división alguna entre la percepción y el campo de percepción. No
debemos parecernos al gato que acecha a un ratón. Debemos comprender que el
objetivo de la meditación no es sumergirnos “profundamente” en nuestro interior
ni retirarnos del mundo. La práctica es libre, carente de conceptos, sin
introspección ni concentración.
El vasto espacio sin origen
de la luminosa sabiduría espontánea es la base del ser y el principio y el
final de la confusión. La presencia de la sabiduría en el estado primordial
carece de predilección por la iluminación o la no-iluminación. La base del ser también
conocida como la mente pura original es la fuente de la que emergen todos los
fenómenos. También recibe el nombre de la Gran Madre, ya que es la matriz
potencial donde todas las cosas aparecen y se disuelven en su perfección
natural y espontaneidad absoluta.
Todos los fenómenos son
completamente claros y lúcidos. El universo es apertura sin obstrucción. Todas
las cosas están inter-penetradas.
Para ver todas las cosas en
su desnudez, con claridad y sin oscurecimientos, no hay nada que alcanzar o
realizar. La naturaleza de los fenómenos aparece naturalmente y se halla
espontáneamente presente en la conciencia que trasciende el tiempo. Todo es
naturalmente perfecto tal como es. Todos los fenómenos emergen, de manera
única, como parte de una pauta en continua transformación. Esa pauta vibra
plena de sentido y significado a cada instante, pero no podemos apegarnos a su
significado más allá del momento en que se presenta.
Ésta es la danza de los
cinco elementos donde la materia es un símbolo de la energía, la energía un
símbolo de la vacuidad y nosotros mismos un símbolo de nuestra propia
iluminación. Sin necesidad de esfuerzo ni de práctica en absoluto, la
liberación o la iluminación está ya con nosotros.
La práctica del Dzogchen es
la misma vida cotidiana. Puesto que no existe un estado inferior, no hay
necesidad alguna de comportarse de un modo especial ni de alcanzar nada por encima más allá de lo
que ya somos realmente. No debemos cultivar ningún sentimiento de esfuerzo por
lograr alguna “meta extraordinaria” o un estado “superior”.
Esforzarse por alcanzar ese
estado es una neurosis que sólo nos condiciona más y obstruye el libre flujo de
la mente. También debemos evitar pensar en nosotros mismos como personas
carentes de valor, puesto que nuestra verdadera naturaleza es naturalmente
libre y no condicionada. Estamos intrínsecamente iluminados y, en consecuencia,
no carecemos de nada.
Cuando abordamos la práctica
de la meditación, tenemos que hacerlo de manera tan natural como comer o
respirar. No tenemos que convertirla en un acontecimiento especial o formal,
lleno de seriedad y solemnidad. Debemos comprender que la meditación está más
allá del esfuerzo, la práctica, los objetivos, las metas y la dualidad entre
liberación y no-liberación. Nuestra meditación siempre es perfecta. No hay
necesidad alguna de corregir nada. Puesto que todo lo que surge es el juego de
mente, no existe la meditación incorrecta, ni necesidad alguna de juzgar los
pensamientos como buenos o malos respectivamente.
Por lo tanto, debemos
sentarnos simplemente, permaneciendo sencillamente en nuestro propio lugar y en
nuestra propia condición tal cual es, sin pensar que estamos “meditando”.
Nuestra práctica debe carecer de esfuerzo, de tensión, de cualquier intento de
control o manipulación para intentar que sea más “apacible”.
Si descubrimos que estamos
alterándonos del modo antes descrito, sencillamente dejamos de meditar y
descansamos y nos relajamos un rato. Luego, reanudamos nuestra meditación. Si
tenemos “experiencias interesantes” durante la meditación o después de ella,
debemos evitar convertirlas en algo especial. Perder el tiempo pensando en esa
clase de experiencias es una mera distracción y un modo infalible de perder la
naturalidad. Esas experiencias sólo son signos de la práctica y deben ser
consideradas como eventos pasajeros. No debemos intentar repetirlas porque eso
sólo sirve para distorsionar la espontaneidad natural de la mente.
Todos los fenómenos son
atemporales y completamente nuevos o frescos, absolutamente únicos y
completamente libres de los conceptos de pasado, presente y futuro.
El continuo flujo de nuevos
descubrimientos, revelaciones e inspiraciones que emerge a cada momento es la
manifestación de nuestra propia claridad. Debemos aprender a ver nuestra vida
cotidiana como un mándala o como el ornamento luminoso de las experiencias que
irradian espontáneamente de la naturaleza vacía de nuestro ser. Los elementos
que forman nuestro mándala son los objetos cotidianos de nuestra experiencia
moviéndose en la danza o el juego del universo. Gracias a ese simbolismo, el
maestro interior revela el significado profundo y último del ser. Por lo tanto,
debemos ser naturales y espontáneos, aceptándolo todo y aprendiendo de todo.
Eso nos permitirá percibir el lado irónico y divertido de muchos
acontecimientos que, por lo general, nos irritan.
La meditación nos permite
ver a través de la ilusión del pasado, el presente y el futuro, con lo que
nuestra experiencia deviene la continuidad del ahora. El pasado sólo es un
recuerdo poco fiable sostenido en el presente. El futuro sólo es la proyección
de nuestras concepciones presentes. El presente mismo se desvanece tan pronto
como tratamos de asirlo. Entonces, ¿por qué molestarnos en tratar de dar
consistencia a la ilusión?
Tenemos que liberarnos de
nuestros recuerdos y de todos los prejuicios acerca de qué es la meditación.
Cada instante de meditación es completamente único y pleno de potencialidad. En
ese momento, no podemos juzgar nuestra meditación en términos de experiencia
pasada ni de secas teorías o retóricas vacías.
La mera inmersión en la
meditación en el momento presente, con todo nuestro ser, libres de dudas,
aburrimiento y excitación, es la iluminación.
Dilgo
Khyentse Rinpoche
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