La evolución de la química y la farmacología
La evolución de la química farmacéutica, se debe a un
buen número de químicos, médicos y farmacéuticos que participaron en el estudio
de las sustancias activas de las drogas que se utilizaban. El primer manual de
química propiamente dicho es un profundo tratado llamado Alchemia,
escrito por Andreas Livabius (1540-1606). A otro químico, Johann Rudolf Glauber
(1606-1668) se le debe el descubrimiento del sulfato de sodio (hoy día aún
conocido por "sal de Glauber").
Durante el espacio de tiempo comprendido entre los
siglos XV y XVII se publicaron infinidad de antidotarios, apartos,
dispensatorios, recetarios, códices, lexicones, bibliotecas y palestras,
en todos los Estados europeos. Pero a principios del segundo de los siglos
nombrados, aparecieron las primeras farmacopeas, de las que
sucesivamente se han derivado las oficiales hasta hoy. En España se publicaron
primeramente las regionales; en Rusia salió a la luz la de San Petersburgo; en
Italia, las de Venecia y Roma; en Inglaterra, la de Londres (1618); la de
Amsterdam (1636); la de París, o sea el Codex (1639); la de Lila (1640)
y la de Tolouse (1695). No obstante, la Farmacia estaba todavía bajo la férula
de la Facultad de Medicina, y así siguió a pesar de sus escuelas especiales y
de sus Códices, hasta fines del siglo XVIII, que fue elevada a facultad independiente
primeramente en España, después en Alemania y, por fin, en Francia.
El fundador de la química experimental y analítica fue
el conde irlandés Robert Boyle. Rompió con la tradición aristotélica de los
cuatro elementos cuando esbozó en su obra The Sceptical Chymist (1661) el
concepto de elemento como parte más pequeña de la materia no susceptible de
posterior división, visión que sería desarrollada posteriormente por Dalton.
Otro excelente químico y médico fue el alemán Friedrich Hoffmann (1660-1742),
padre del célebre "licor de Hoffmann". Estudió las esencias naturales
y se interesó por los compuestos de magnesio. También estudió las aguas
minerales.
A Robert Boyle se le considera el fundador de la química experimental y analítica
La evolución de la química y la farmacología
prosiguieron paralelamente. Jons Jacob Berzelius (1779-1848) descubrió el
selenio, el cerio y el torio, y aisló por primera vez los metales
alcalinotérreos; Introdujo el concepto de isomería, descubrió el ácido pirúvico
y propuso el nombre de proteína. El farmacéutico y profesor de química francés
J.B. Caventou (1795-1877), junto con el farmacéutico parisino Joseph Pierre
Pelletier (1788-1842), fueron autores de notables estudios sobre la quinina, la
brucina, emetina, cafeína y otros alcaloides. Por su parte, el farmacéutico
Friedrich Wilhelm Adam Sertutner (1783-1841), se hizo célebre por su
descubrimiento de la morfina y del ácido mecónico, extraído del opio. Otro
farmacéutico, P.L. Geiger (1785-1836), junto con el químico Hesse, descubrieron
la atropina, la hiosciamina, la colquicina, la cicutina, la daturina y la
aconitina. El médico Robert Buchheim puede ser por su parte, el fundador de la
farmacología moderna.
Los modestos boticarios trabajando en la soledad de
sus no menos modestos laboratorios a lo largo de muchos años, conquistaron y
ganaron a la Química las bases que asentaron a las grandes industrias que en el
siglo XIX revolucionaron todos los sistemas de fabricación. Escogiendo al azar
entre una lista inacabable, se pueden citar en el siglo XVI a Oswaldo Crool,
que descubrió el cloruro de plata y el sulfato de potasa. Durante el siglo
XVII, Berguin descubrió los calomelanos; Glauberio el sulfato amónico y el
quermes; Otto Tachenns, la reacción del tanino con las sales de hierro;
Tribunius, el tártaro emético; Klaproth, el urano, titano, teluro, zirconio,
estronciana y alúmina; Kunkel, el fósfor, y Seignette, el tartrato sodicopotásico.
En el siglo XVIII Dusbach descubrió el azul de Prusia y brillaron Scheele,
Wenzel y Baumé.
En el siglo XIX consiguieron gloria imperecedera
Humfredo Davy, el inventor de la lámpara de seguridad para minas, descubridor
del bario, estroncio, calcio, magnesio y uno de los fundadores de la Química
moderna; Serturner, que descubrió los alcaloides; Vauquelin, el eminente
biólogo; Oersted, el descubridor del electromagnetismo; Robiquet, que inició
los primeros trabajos sobre los colorantes sintéticos, aislando los de la rubia
y preparando la alizarina; Balard, el descubridor del bromo; Bussy, del
magnesio; Mein, de la atropina; Hesse, de la aconitina; Vee, de la eserina;
Tanret, de la peleterina; Pelletier, de la quinina; Quevenne, que redujo el
hierro por el hidrógeno, y muchos otros que harían esta lista interminable
Los tratadistas de la ciencia farmacéutica
Aparte de los trabajos ya citados, hubo tratadistas
que se dedicaron exclusivamente a la ciencia farmacéutica, metodizando los
preparados galénicos y sistematizando la farmacia química que a fines del siglo
XVIII había alcanzado ya verdadera importancia. Figuraron a la cabeza de los
autores expresados, el español Carbonell, con su Tratado de farmacia
operatoria; Simón Morelot, con su Cours théorique et pratique de pharmacie;
Jourdan, con la Pharmacopoea universelle (1828), y finalmente, Soubeiran, uno
de los más ilustres técnicos del siglo XIX, autor del célebre Trailé de
Pharmacie (1836).
A partir de 1850 aparecieron otras obras siguiendo los
adelantos que diariamente se introducían en la Farmacia, tanto respecto a
medicamentos nuevos como a nuevas formas farmacéuticas. Entre los autores
aludidos, merecen citarse Bourgoin, Dupuy, Alessandri, Smith, Sádaba, Andouard,
etc.
El estudio de las plantas medicinales y de las drogas
de origen natural, pudo ser situada entre las ciencias reconocidas como tales
gracias a la obra Manual de farmacognosia (handbuch der
Pharmacognosie), del profesor suizo Alexandre Wilhelm Oswald Tschirch
(1856-1939)
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