La medicina romana
En la Roma primitiva, la medicina era
ejercida por los esclavos, muchos de los cuales no dejaban de tener relativa
cultura; la preparación de los medicamentos en particular estaba casi
exclusivamente encomendada a los mismos. Esto no quiere decir que no
intervinieran otras personas de más alta categoría, pues los médicos más
eminentes eran griegos salidos de su país en busca de mejor fortuna. Dos siglos
antes de la era cristiana, se disputaron la hegemonía en el arte de curar, dos
sistemas: el de la terapéutica violenta, con complicados polifármacos, creado
por Archagatus, y el de los simples suaves, con Asclepiades.
A mediados
del siglo I a.C., Tenison de Laodicea fundó la llamada Escuela metodista
y Aurelio Celso reunió años después cuanto se sabía de estas escuelas y
sistemas en su Tratado de Medicina, cuyos cuatro libros últimos están
dedicados a la Farmacia (o preparación de medicamentos) y a la Cirugía. La
farmacología de Celso no honra ni mucho menos los conocimientos de aquellas
épocas respecto a los mismos. Es un conjunto de combinaciones sin orden ni
concierto, entre cuyos componentes figuran las entrañas más repugnantes de
ciertos animales, mezcladas con sustancias innombrables.
En la Roma de los emperadores la Farmacia fue degenerando todavía más, pues se
entró de lleno en la época que se daba más importancia a los venenos, que a los
medicamentos curativos. Nerón tenía a su médico Andrómaco para que le preparara
una triaca con la que confiaba ponerse a cubierto de cuantos tóxicos pudieran propinarle,
y de otra parte, tenía a Locusta, que le proporcionaba ponzoñas para librarse
de todas aquellas personas cuya vida le era un estorbo.
Nerón era el símbolo de la sociedad romana de sus
tiempos. Plinio fue más un recopilador que un creador, y no hizo adelantar
apenas las ciencias de curar. En cambio, Claudio Galeno hizo dar un definitivo
paso a la Medicina y a la Farmacia, hasta el punto que se le considera como uno
de los fundadores de ésta. Dividió definitivamente los medicamentos en dos
grandes grupos: en uno de ellos puso los que son resultado exclusivo de las
manipulaciones que se practican sobre los materiales medicamentosos, para
distinguirlos de los formados por reacciones que entran en el exclusivo dominio
de la Química. A la primera, que es la genuina Farmacia, se le denomina aún en
la actualidad Farmacia galénica.
Claudio Galeno le hizo dar a las ciencias de curar un paso definitivo, hasta el punto que se le considera uno de los fundadores de la farmacia
En la
Escuela de Alejandría se continuó cultivando la farmacia, siguiendo las normas
en ella tradicionales, pero sin aportar novedad alguna digna de encomio. Se
distinguieron Oribaso (360), Accio de Amida, Alejandro de Tralles y pablo de
Egino. Sin embargo, el verdadero punto de partida de la Farmacia como ciencia
autónoma, separada de la Medicina, fue entre los nestorianos. Estos fundaron la
Escuela Médica de Dzenoudisabur en el Kouzistan, y Sabor-Ebn-Sabel ordenó la
recopilación de las fórmulas que gozaban de más justa fama, en un Código
oficial que se denominó Krabadin. Esta fue la primera farmacopea
oficial, atribuida erróneamente a los árabes.
La medicina árabe
Lo árabes
continuaron la obra de los nestorianos, fundando en Bagdad la primera escuela
de Farmacia a la que pronto siguieron otras tan importantes como aquellas. Las
enseñanzas versaron al principio sobre la Botánica, pero después se juntaron a las
mismas las de Química, particularmente cuando la Alquimia se fue desarrollando.
Se estableció en todo el califato una legislación especial para la profesión
farmacéutica, en relación con la importancia que se daba a ésta por su misión y
los estudios que era preciso aprobar para poder ejercerla.
Los autores sobre cuyas obras fundamentaron los árabes
sus lecciones, fueron Dioscórides para la materia médica y Galeno para la
farmacología. En la Química fueron bastante más originales; entre los nuevos
materiales que emplearon para la preparación de medicamentos, figuraron los
tamarindos, ruibarbo, sen, maná y, sobre todo, el azúcar, con el cual
elaboraron los primeros jarabes.
La medicina
farmacéutica de los musulmanes se distinguió por una complicación extraordinaria
en las respectivas fórmulas. Sin embargo, el principal mérito de los
farmacéuticos árabes consistió en el adelanto que supieron imprimir a las
operaciones de laboratorio, cuyo inmediato resultado fue la Alquimia, madre de
la moderna Química. Resurgió con ellos el arte de la destilación, olvidado
desde remotos tiempos, pues lo habían empleado los antiguos egipcios y los
propios griegos. El resultado inmediato de este nuevo procedimiento fue la
preparación del alcohol y de las aguas destiladas, particularmente de rosas, a
la que concedían gran importancia terapéutica.
Una edición del célebre Canon de Avicena de 1632, donde se puede observar a un médico tomando el pulso
Entre los farmacéuticos notables que descollaron a
partir del siglo VII, época en que se inauguró este renacimiento de la cultura
antigua, interrumpida por la decadencia de Roma y la invasión de los bárbaros,
figuran entre los árabes: Massah Jasaral-Soli, más conocido por el nombre de
Geber; Razes (siglo X), uno de los primeros de las bebidas fermentadas del
género de la cerveza, que aplicó antes que nada a las formas farmacéuticas;
Mesue, autor de una farmacopea; Abul-Hassan-Heboto Tolmid, autor de otra, que
por las mismas fechas substituyó a las anticuadísimas obras de Serapión y de
Avicena, muerto algún tiempo antes y a quien se debe el célebre Canon;
Avenzoar, y el propio Averroes, por más que éste fue mejor un polígrafo que
dedicó toda su actividad a las principales ramas del humano saber a la sazón
cultivados.
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