ཨོཾ་མ་ཎི་པ་དྨེ་ཧཱུྃ།

lunes, 12 de enero de 2015

Herboristería y farmacología - 4ª parte





La medicina romana
En la Roma primitiva, la medicina era ejercida por los esclavos, muchos de los cuales no dejaban de tener relativa cultura; la preparación de los medicamentos en particular estaba casi exclusivamente encomendada a los mismos. Esto no quiere decir que no intervinieran otras personas de más alta categoría, pues los médicos más eminentes eran griegos salidos de su país en busca de mejor fortuna. Dos siglos antes de la era cristiana, se disputaron la hegemonía en el arte de curar, dos sistemas: el de la terapéutica violenta, con complicados polifármacos, creado por Archagatus, y el de los simples suaves, con Asclepiades.
A mediados del siglo I a.C., Tenison de Laodicea fundó la llamada Escuela metodista y Aurelio Celso reunió años después cuanto se sabía de estas escuelas y sistemas en su Tratado de Medicina, cuyos cuatro libros últimos están dedicados a la Farmacia (o preparación de medicamentos) y a la Cirugía. La farmacología de Celso no honra ni mucho menos los conocimientos de aquellas épocas respecto a los mismos. Es un conjunto de combinaciones sin orden ni concierto, entre cuyos componentes figuran las entrañas más repugnantes de ciertos animales, mezcladas con sustancias innombrables. En la Roma de los emperadores la Farmacia fue degenerando todavía más, pues se entró de lleno en la época que se daba más importancia a los venenos, que a los medicamentos curativos. Nerón tenía a su médico Andrómaco para que le preparara una triaca con la que confiaba ponerse a cubierto de cuantos tóxicos pudieran propinarle, y de otra parte, tenía a Locusta, que le proporcionaba ponzoñas para librarse de todas aquellas personas cuya vida le era un estorbo.
Nerón era el símbolo de la sociedad romana de sus tiempos. Plinio fue más un recopilador que un creador, y no hizo adelantar apenas las ciencias de curar. En cambio, Claudio Galeno hizo dar un definitivo paso a la Medicina y a la Farmacia, hasta el punto que se le considera como uno de los fundadores de ésta. Dividió definitivamente los medicamentos en dos grandes grupos: en uno de ellos puso los que son resultado exclusivo de las manipulaciones que se practican sobre los materiales medicamentosos, para distinguirlos de los formados por reacciones que entran en el exclusivo dominio de la Química. A la primera, que es la genuina Farmacia, se le denomina aún en la actualidad Farmacia galénica.

Claudio Galeno le hizo dar a las ciencias de curar un paso definitivo, hasta el punto que se le considera uno de los fundadores de la farmacia
En la Escuela de Alejandría se continuó cultivando la farmacia, siguiendo las normas en ella tradicionales, pero sin aportar novedad alguna digna de encomio. Se distinguieron Oribaso (360), Accio de Amida, Alejandro de Tralles y pablo de Egino. Sin embargo, el verdadero punto de partida de la Farmacia como ciencia autónoma, separada de la Medicina, fue entre los nestorianos. Estos fundaron la Escuela Médica de Dzenoudisabur en el Kouzistan, y Sabor-Ebn-Sabel ordenó la recopilación de las fórmulas que gozaban de más justa fama, en un Código oficial que se denominó Krabadin. Esta fue la primera farmacopea oficial, atribuida erróneamente a los árabes.
La medicina árabe
Lo árabes continuaron la obra de los nestorianos, fundando en Bagdad la primera escuela de Farmacia a la que pronto siguieron otras tan importantes como aquellas. Las enseñanzas versaron al principio sobre la Botánica, pero después se juntaron a las mismas las de Química, particularmente cuando la Alquimia se fue desarrollando. Se estableció en todo el califato una legislación especial para la profesión farmacéutica, en relación con la importancia que se daba a ésta por su misión y los estudios que era preciso aprobar para poder ejercerla.
Los autores sobre cuyas obras fundamentaron los árabes sus lecciones, fueron Dioscórides para la materia médica y Galeno para la farmacología. En la Química fueron bastante más originales; entre los nuevos materiales que emplearon para la preparación de medicamentos, figuraron los tamarindos, ruibarbo, sen, maná y, sobre todo, el azúcar, con el cual elaboraron los primeros jarabes.
La medicina farmacéutica de los musulmanes se distinguió por una complicación extraordinaria en las respectivas fórmulas. Sin embargo, el principal mérito de los farmacéuticos árabes consistió en el adelanto que supieron imprimir a las operaciones de laboratorio, cuyo inmediato resultado fue la Alquimia, madre de la moderna Química. Resurgió con ellos el arte de la destilación, olvidado desde remotos tiempos, pues lo habían empleado los antiguos egipcios y los propios griegos. El resultado inmediato de este nuevo procedimiento fue la preparación del alcohol y de las aguas destiladas, particularmente de rosas, a la que concedían gran importancia terapéutica.


Una edición del célebre Canon de Avicena de 1632, donde se puede observar a un médico tomando el pulso
Entre los farmacéuticos notables que descollaron a partir del siglo VII, época en que se inauguró este renacimiento de la cultura antigua, interrumpida por la decadencia de Roma y la invasión de los bárbaros, figuran entre los árabes: Massah Jasaral-Soli, más conocido por el nombre de Geber; Razes (siglo X), uno de los primeros de las bebidas fermentadas del género de la cerveza, que aplicó antes que nada a las formas farmacéuticas; Mesue, autor de una farmacopea; Abul-Hassan-Heboto Tolmid, autor de otra, que por las mismas fechas substituyó a las anticuadísimas obras de Serapión y de Avicena, muerto algún tiempo antes y a quien se debe el célebre Canon; Avenzoar, y el propio Averroes, por más que éste fue mejor un polígrafo que dedicó toda su actividad a las principales ramas del humano saber a la sazón cultivados.

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