Las ciencias de curar en la antigua Grecia
En la Grecia heroica aparecen las
ciencias de curar encerradas en los templos, en los cuales colgaban sus exvotos
los enfermos que habían conseguido curación.
La medicina
se servía de fórmulas mágicas, conjuros y otros procedimientos que actualmente
quizá se llamarían metapsíquicos, pero no obstante, en muchísimos casos se
acudía también a los medicamentos.
Pocas noticias ciertas han llegado de los empleados,
por más que en las obras de homero se citan la aristoloquia, la centaura menor
y sobre todo las aguas minero-medicinales. Orfeo, Melampo y Chiron aparecen como
médicos. Las sectas filosóficas que precedieron a Sócrates, formadas por
Thales, Empedocles Demócrito, Pitágoras, sacaron a las ciencias de curar fuera
de los recintos hieráticos, preparando la llegada de Hipócrates que inauguró
una nueva era para las mismas.
Se sabe que existían boticas en la antigua Grecia, basándose los ayudantes de los médicos, a cuyo cargo corrían las mismas, para la preparación de los medicamentos, en una especie de código o Farmacopea. Quizá la administración pública tuviera intervención en las mismas, pero como dependían tan directamente de los médicos, aquélla sería en todo caso muy relativa.
Hipócrates sistematizó los grupos de medicamentos,
dividiéndolos en purgantes, narcóticos y febrífugos. Los sudoríficos de acción
directa no se empleaban, para prepararlos se usaban simples vegetales y minerales
y algunas sales de naturaleza inorgánica. Las formas farmacéuticas eran
numerosísimas, pero sin los jarabes, que no se emplearon hasta que siglos más
adelante los árabes los dieron a conocer. Platón y Aristóteles
se ocuparon del estudio de los materiales farmacéuticos más que de los
medicamentos propiamente tales. Sin embargo, no sentaron nada nuevo respecto a
los mismos, limitándose a comentar y ordenar las noticias que de ellos se
tenían. Teofrasto, en su Historia de las plantas, tampoco hizo adelantar
ningún paso decisivo a la ciencia o arte farmacéutico. No sucedió lo mismo en
Alejandría, donde radicaba el núcleo más importante de la cultura egipcia.
Hipócrates inauguró una nueva era en las ciencias de curar.
Se
distinguieron Erasistrato, Eudemus, Mantias y Zenón de Laodicea. El primero se
singularizó por el empleo de los simples vegetales, en medicaciones
sencillísimas de infusos y cocimientos; pero en realidad, los cuatro fueron más
bien entendidos médicos y anatómicos que especializados en farmacia. En cambio,
Apolonio Mys escribió un Tratado sobre los ungüentos, y Andreas de
Caryota, otro de Materia médica, titulado Narte. Más tarde, aquel
prolijo conjunto de conocimientos que integraban la medicina no pudo persistir
sin peligro de confusiones, y se formaron tres ramas: la medicina
propiamente tal, la cirugía y la farmacéutica. No quiere decir
esta última denominación que tuviese la misma relación con la farmacia tal como
después se la consideró, sino que pertenecían a un grupo los facultativos que
prescindiendo de todo sistema dogmático y haciendo caso omiso de la psicología
y anatomía, apreciaban por los síntomas y combatían mediante los medicamentos
en oposición con los dietéticos.
De ella se derivó la escuela empírica, con
Filino de Cos y Serapión, inaugurando los preparados polifarmacos. Estos
se idearon para curar y prevenir cuantas enfermedades pudieran presentarse, con
las complicaciones dimanantes de las mismas inclusive. Las fórmulas de los
respectivos preparados llegaron a ser complicadísimas, distinguiéndose como
profesores de tal escuela, Apolonio de Antioquía, Heraclio de Tarento, Zofiro,
Antioco Filometor, Artemisa de Caria, Mitrídates del Ponto y Nicandro, con sus
poemas a la Triaca y a los Alexifarmacos.
La era turbulenta que el mundo atravesaba ponía en
sobresalto los ánimos de los monarcas y personas poderosas, temiendo unos y
otros constantemente perecer envenenados. Todas ellas protegían a los médicos
para que inventaran contravenenos y preservativos de las ponzoñas. De estas
circunstancias nacieron las triacas, llevando algunas, como la célebre de
Mitrídates, el nombre del interesado protector, aunque no fuera propiamente él
mismo quien la preparara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario