ཨོཾ་མ་ཎི་པ་དྨེ་ཧཱུྃ།

miércoles, 11 de mayo de 2022

Conoce cómo y por qué los humanos tenemos apellidos

 

En la antigüedad, los apellidos correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas.


 

Los nombres y apellidos nos ayudan a identificarnos y diferenciarnos del resto. En el caso de los apellidos, muchos lo consideran un legado que nos dejan nuestros padres y por el cual estamos obligados a honrarlos, ya que representa a toda una familia. Sin embargo, hubo una época en la que no existían y tan solo bastaba con tener un nombre. 
 
En la antigüedad, los seres humanos estaban organizadas en pequeñas aldeas, por lo que se conocían unos con otros y no era necesario ofrecer más que un nombre para referirse a alguien. En la Edad Media comenzaron a formarse ciudades más grandes y feudos con poblaciones numerosas, por lo que se hizo necesario diferenciar mejor a las personas, momento en el que aparecen los apellidos.

En un inicio, los apellidos correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas. En el caso de los nobles, estos adoptaban el apellido de su dinastía o podían quedarse con el de algún territorio conquistado, como forma de mostrar dominación.

Cuando el uso de apellidos se hizo más común y las diferentes culturas se mezclaron, muchos apellidos fueron traducidos de un idioma a otro o sufrieron pequeñas modificaciones para hacerles parecer originarios de otro lugar y no sufrir discriminación.

Un tipo de apellidos son los que hacen alusión a un nombre. Si un hombre se llamaba Juan, su hijo iba a ser conocido por el resto como el hijo de Juan. Como ejemplo podemos tomar el apellido Rodríguez, que significa hijo de Rodrigo.

Otro caso son los que se refieren a una ocupación.  Si un hombre se llamaba Carlos y su oficio era la fabricación de zapatos, al tener que adoptar un apellido se usó su ocupación, pasando a ser Carlos Zapatero. Del mismo modo, otros apellidos responden a una característica física que distinguía a la persona que lo adoptó, tal como Blanco, Delgado o Cabello, entre otros tantos.

Un dato llamativo es que los miembros de la familia real británica legalmente no tienen apellido. Actualmente, los nobles ingleses provienen de la casa de Hamburgo, pero al ser demasiado alemán, cambiaron al apellido Windsor.

¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos?

Hasta bien entrada la Edad Media raro fue el caso de alguien que, sin pertenecer a la realeza o nobleza, tuviese en propiedad alguna vivienda o tierras. Fue a partir del momento en el que la burguesía tuvo acceso a bienes inmuebles, y por tanto a tener que generar documentación que acreditase su propiedad, cuando apareció la conveniencia de poder identificar a quién pertenecía cada cosa.

De esta forma el nombre de pila se convirtió en insuficiente, así que comenzó a añadirse en la documentación, y junto al nombre, alguna peculiaridad que identificase al propietario fácilmente.

Habitualmente se colocaba la profesión de esa persona: Juan Carpintero, José Herrero, Manuel Alfarero. Otra fórmula era poner alguna característica física: Juan Tuerto, José Moreno, Manuel Cojo. El lugar de procedencia, en caso de no ser autóctono, también era una buena fórmula para distinguirlos: Juan Madrid, José Toledo, Manuel Sevilla.

Si ninguna de estas formas era posible aplicarlas (porque estaban repetidas) entonces se le añadía el nombre de pila del progenitor (patronímico): Juan de Lope, José de Martín, Manuel de Rodrigo. Para ahorra la preposición ‘de’ se le añadió el sufijo -ez que venía a significar lo mismo, de ahí que pasasen a ser: Juan López, José Martínez, Manuel Rodríguez.

Esto último también se aplicó en otros idiomas, motivo por el que es tan común encontrar extranjeros con una parte de su apellido igual: los ingleses utilizaban la terminación ‘son’ (Johnson) o el prefijo ‘fitz’ (Fitzgerald), en Italia muchos apellidos terminan en ‘ini’ (Paolini), en Dinamarca en ‘sen’ (Nielsen), algunos anglosajones (de ascendencia celta) podemos encontrar que se apellidan como ‘Mac’ o ‘Mc’ (McEnroe, Macbeth), los irlandeses usan el característico O’ (O’Brien) y en Francia el prefijo ‘De’ (Dejean), por poner unos pocos ejemplos.

Hasta que se extendió el uso del apellido sólo la nobleza lo había utilizado y éste no era otro que el nombre de la casa a la que pertenecían: Tudor, Alba, Lancaster, Borbón, Austria…

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