¿Qué quiso decir Jean Paul
Sartre con su frase: “El hombre está condenado a ser libre”?… ¿Condenado? Creo
que Sartre, quería expresar que, vinculado a nuestra libertad, está el hecho de
no poder escapar a la obligación de decidir. Entonces, si la toma de decisiones
es un acto tan consustancial al ser humano, ¿por qué tenemos miedo a decidir?,
y si es tan importante, ¿cómo tomar decisiones correctas?
No tomar decisiones es, en sí
misma, una forma de decisión
Estamos tomando decisiones
constantemente, muchas veces sin darnos cuenta, pero muchas otras
enfrentándonos a elecciones que van a determinar nuestro futuro. Vivir
significa elegir; no tomar decisiones implica inmovilidad y bloqueo. Cada vez
que proyectamos nuestro futuro en cualquier ámbito de la vida, se abren ante
nosotros un sinfín de posibilidades, y no hacer ninguna elección, supone no
progresar… en ninguna dirección.
Por tanto, la primera
conclusión es:
Necesitamos tomar decisiones
para progresar hacia nuestras aspiraciones.
Pero también, es importante
saber que no todas las decisiones tienen la misma relevancia. Cada decisión
requerirá diferente grado de energía –emocional, intelectual…–, muchas
decisiones son intrascendentes, y sólo algunas requerirán toda nuestra atención
y esfuerzo. Y aquí tenemos la segunda conclusión:
Hay que distinguir la
trascendencia de unas y otras decisiones y tratarlas de modo diferente
1. ¿Qué dificulta tomar
decisiones?
La primera emoción que suele
aparecer cuando nos enfrentamos a una decisión importante es el miedo, el
miedo a equivocarnos.
El miedo a tomar una decisión
es la expresión de diferentes mecanismos psicológicos, por ejemplo: la
intolerancia a las posibles consecuencias negativas de nuestras decisiones, la
dificultad para renunciar a las opciones que no elegimos, estilos
perfeccionistas y excesivamente autocríticos, con diálogos internos que tienden
a enunciarse utilizando “debería” en vez de expresar nuestras decisiones como
“me conviene” … En estas tendencias suelen estar muy presentes los auto
reproches que van minando nuestra auto confianza y dificultando tomar nuevas
decisiones.
La consecuencia de estos
estilos, es una importante dificultad para tomar decisiones y para identificar
aquellas que son importantes de las que no lo son.
El resultado es el bloqueo
o la postergación crónica o procrastinación, en la toma de decisiones. Que
hace que, o bien se paralicen decisiones que nos son importantes, pero
convendría tomarlas, o bien se precipite la toma de decisiones importantes, en
las que se decide con rapidez y casi sin reflexión para evitar la angustia que
produce afrontarlas.
Una de las principales
dificultades al tomar decisiones es el miedo a equivocarnos.
4 pensamientos y emociones
comunes, en las personas con dificultad en tomar decisiones
- Pensar que equivocarse en un fracaso
irreparable, cuyas consecuencias podrían ser catastróficas e imposibles de
modificar, convirtiéndose en un lastre permanente.
- Creer que no se está a la altura y en
consecuencia no poder soportar la responsabilidad. La percepción de
capacidad se despliega mermada, y la valoración de la persona es de
devaluación y excesiva autocrítica.
- El miedo a verse expuesto ante los demás,
que genera una visión de los otros como amenazas, y produce una elevada
ansiedad anticipatoria frente a su juicio, que se predice negativo y
devaluador.
- Percepción de pérdida de control, que
obliga a la persona a revisar recurrentemente cada paso que le ha llevado
a decantarse por una alternativa. El elevado malestar, incluso la angustia
y la ansiedad que produce, genera una necesidad compulsiva de confirmación
anticipada de cada paso que se da.
Hay 4 pensamientos que
comparten las personas que tienen grandes dificultades para tomar decisiones.
Estos pensamientos y emociones pueden generar
diferentes respuestas, o una combinación de ellas en distintas etapas del
proceso:
- Un exceso de minuciosidad y
perfeccionismo, tratando de anticiparse a todas las consecuencias,
variables o posibles contingencias, hasta el extremo de hacer imposible la
empresa de tomar una decisión.
- Postergar o procrastinar.
- Delegar las decisiones a otras personas
creando relaciones poco saludables, de estilo dependiente o codependiente,
que limitan el aprendizaje personal y por tanto la autonomía.
- Caer en la indolencia y el abandono,
como respuesta evitativa frente al malestar que supone tomar
decisiones. En este caso las decisiones se toman de forma impulsiva, bien
por rechazo o bien por indefensión.
2. ¿Qué es tomar una decisión
correcta?
No existen decisiones
correctas o incorrectas, sino más o menos adecuadas a los objetivos, el
contexto y las circunstancias en las que se toman.
Es muy importante ser
conscientes de que una decisión siempre se verá afectada por factores que
pueden escapar a nuestro control. Eso significa que debemos responsabilizarnos
de aquello que podemos controlar.
En una toma de decisiones,
podemos centrarnos, por ejemplo, en identificar de un modo realista nuestros
objetivos y motivaciones, y nuestras capacidades y recursos. A partir de ahí,
las cosas podrían no salir como esperábamos; en ese caso es importante no
considerar un fracaso nuestra decisión, porque:
- Tenemos derecho a equivocarnos.
- No sabemos aún si a medio o largo
plazo este nuevo escenario será mejor o peor de lo que habíamos previsto.
- Podemos poner a nuestro favor este
inesperado escenario generado a partir de nuestra decisión.
En cualquiera de los casos si
hemos realizado un buen proceso en la toma de decisiones, sea cual sea el
resultado, siempre supondrá un aprendizaje que nos ayudará a mejorar nuestra
capacidad para seguir tomando futuras decisiones y avanzar hacia nuestras
metas.
No hay decisiones incorrectas,
son más o menos adecuadas a objetivos, circunstancias y contexto.
3. ¿Qué factores psicológicos
intervienen al tomar decisiones?
- Estrategias de afrontamiento: Autoconfianza.
Ser conscientes del abanico de destrezas que tenemos para afrontar las
consecuencias de nuestras decisiones. Aunque sucediera algo
inesperado por esta decisión, puedo afrontarlo, tengo recursos y capacidad
para hacerlo. Incluso podría volver a empezar de nuevo.
- Autoestima: La propia valoración es
muy importante para proyectarnos como personas competentes a la hora de
tomar decisiones. Tengo experiencia y conocimiento en este tema. Si
alguien puede elegir lo más adecuado a mi situación, ese soy yo.
- Experiencia emocional: Identificar,
aceptar y manejar nuestras emociones son habilidades que nos permiten
valorar de un modo realista las diferentes alternativas y las
consecuencias de una elección. Tiendo a asustarme cuando tomo
decisiones, pero no significa que no sea una decisión adecuada, o que algo
vaya a salir mal. Se pasará pronto, es normal estar activado.
- Estilos de pensamiento: Los estilos de pensamiento son esenciales tanto para procesar las experiencias previas a las decisiones, como para afrontar sus consecuencias. No tengo que esperar que esta elección sea 100% buena o mala, creo que es suficientemente adecuada como para seguir adelante. Esperaré a ver el resultado y actuaré entonces.
4. Consecuencias al tomar decisiones.
Perfeccionismo o la búsqueda de la decisión perfecta.
La falsa creencia de que “siempre” tomamos malas decisiones.
Las búsquedas de alternativas hasta el infinito como
respuesta al miedo.
La necesidad de aceptación como clave en las elecciones.
La impulsividad al decidir, como respuesta al malestar.
Delegar las decisiones en los demás.
Negarnos el derecho a equivocarnos.
La precipitación o creer que la decisión es inmediata, no
siéndolo.
El miedo a fallar a los demás, aun siendo una decisión
personal.
La inflexibilidad que descarta alternativas por tener una
“visión en túnel” en vez de “visión periférica”.
5. Técnica sencilla paso a
paso, para tomar decisiones.
La capacidad para tomar
decisiones no es algo innato, tras ella hay un conjunto de habilidades que
puedes y que conviene entrenar. La práctica hace que tomar decisiones se vuelva
más fluido y que genere menos coste cognitivo y emocional.
A continuación, os propongo 5
pasos a seguir en el momento de tomar decisiones:
- Define el tipo de decisión. La descripción
debe ser lo más concreta posible. Recuerda que tomamos decisiones a
diario, unas son más importantes y necesitan más tiempo y análisis que
otras.
- Haz una lista con las alternativas. Se
realista en este paso, pero aún no entres a hacer juicios de valor sobre
la viabilidad o las amenazas de estas alternativas.
- Establece los criterios para evaluar las
alternativas. En este proceso es importante tener en cuenta: la
repercusión de la decisión, las emociones predominantes, la viabilidad de
llevar a cabo el plan de acción y finalmente la objetividad de la
decisión. Con ello valora las alternativas de 0 a 10 en función de dichos
criterios, o de otros que consideres pertinentes.
- Identifica la o las alternativas
relevantes. Enfócate en aquella o aquellas alternativas que han obtenido
una puntuación más alta. Si son más de una, piensa si sería viable
combinarlas en tu decisión. Si necesitas elegir una única, vuelve a
definir un criterio (o varios) y puntúa de nuevo para que quede una única
alternativa con mayor puntuación.
- Ejecuta y verifica los resultados. Elabora
un plan de acción, sobre cuándo y cómo pondrás en marcha tu
decisión, y plantea el tiempo que va a requerir llevarla a cabo. Tras la
toma de decisión conviene dejar pasar un tiempo para percibir el grado de
satisfacción. Si cambia esta impresión, identifica el motivo, ajusta y
repite el proceso.
Tomar decisiones es un proceso
inherente al ser humano. En él participan nuestros pensamientos y emociones,
también nuestras experiencias, nuestra biografía vital… al igual que cuestiones
culturales: educación, roles y estereotipos, creencias… Lo importante es saber
que no hay una decisión “infalible” o “perfecta” y que al igual que otras
habilidades, podemos entrenar nuestra capacidad para tomar decisiones, haciendo
que cada vez sean más adecuadas o coherentes con nuestros objetivos y
aspiraciones.
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