Por más que el ser humano se
proteja con posesiones o conceptos es inevitable que sufrirá adversidades,
calamidades y situaciones dolorosas. Esta es la naturaleza cambiante e
impermanente de la realidad, por lo cual es importante, más que intentar evitar
que surja el dolor y la contrariedad, aprender a lidiar con ellos de una manera
sana y balanceada.
El budismo provee un marco
milenario para transformar las adversidades en sabiduría y crecimiento
espiritual. Principalmente reconoce que todas las situaciones desagradables y
desafortunadas que experimentamos no son producto del azar o del caos, sino de
nuestras acciones o karma. Este entendimiento es importante ya que nos hace
entender que si seguimos repitiendo ciertas conductas seguiremos experimentado
situaciones negativas de las cuales queremos liberarnos.
Desde este entendimiento de
que todas las acciones tendrán sus frutos, las adversidades son vistas como
brotes de karma negativo que, sin embargo, tienen la condición provechosa de
que al emerger a la superficie y manifestarse tienen la posibilidad de
eliminarse si no van acompañadas de reacciones de apego o aversión. Es decir,
si se comprenden por lo que son y se toman con ecuanimidad.
Por siglos, los budistas
tibetanos han practicado un método de entrenamiento de la mente conocido como
Lojong. Uno de los eslóganes que se practican dentro de este sistema exhorta a
«transformar las circunstancias desfavorables en el camino de la iluminación».
Traleg Kyabgon Rinpoche
comenta:
El entrenamiento de la mente
nos permite utilizar la adversidad en vez de dejar que nos orille a un rincón
de desesperanza. Esta tendencia a adoptar una actitud derrotista de cara al mal
es uno de los más grandes obstáculos que afrontamos en nuestra vida diaria y
uno de los principales impedimentos a nuestras aspiraciones espirituales.
Debemos ser vigilantes y conseguir métodos hábiles para lidiar con las
dificultades de tal manera que podamos evitar el hábito de batallar contra
nosotros mismos. Responder con fortaleza, certitud, entendimiento y apertura
generará un mejor sentido de valía y ayudará a resolver o mitigar la situación.
Así es también la forma en la
que aprendemos a enfrentar circunstancias desfavorables y «tomarlas como el
sendero», de tal forma que no estamos luchando contra nuestros problemas sino
trabajando con ellos. Ya que luchar en contra de otros o de nosotros mismos
sólo exacerba los problemas, continuamente debemos examinar nuestras respuestas
negativas, para ver si tienen un propósito significativo o si son solamente
patrones inconscientes recurrentes que nos influyen habitualmente.
A menudo la adversidad y los
momentos más difíciles de nuestra vida se presentan encarnados en personas con
las cuales tenemos vínculos estrechos: las personas aparentan ser nuestros
adversarios. Sin embargo, una perspectiva correcta ante estas relaciones puede
transformarlas. El maestro Dilgo Khyentse Rinpoche lo explica así:
Encontrarse con alguien que
realmente te lastima, es conocer un raro y precioso tesoro. Mantén alta estima
de esa persona y utiliza la oportunidad para erradicar tus defectos y progresar
en el camino. Si no puedes sentir compasión y amor por una persona que te ha
tratado mal es una señal de que tu mente no ha sido completamente transformada,
y que necesitas seguir trabajando en ella con mayor aplicación.
Nos puede costar trabajo ser
generosos y bondadosos con las personas cuyas actitudes negativas no son
conducentes de estas cualidades. Personas egoístas, enfadosas, hostiles,
adictas y llenas de psicopatologías suelen sacar lo peor de nosotros y, sin
embargo, son las oportunidades más valiosas para practicar nuestra paciencia,
sabiduría y amor bondadoso.
¿Por qué debemos ser
compasivos con ellos? El budismo mahayana lo explica diciendo que todas las
personas tienen la misma naturaleza de inocencia, pureza e iluminación, sólo
que están oscurecidos por su ignorancia. El maestro budista Patrul Rinpoche
dijo: «Sé generoso con los afligidos; sé gentil con los tontos; empatiza con
los débiles y los oprimidos; sé especialmente compasivo con aquellos que se
aferran a la realidad material».
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