Aunque la práctica auténtica del Dharma es cosa de
trabajar la mente, es importante para todo budista tibetano disponer en casa de
un altar. No ya por simple devoción, sino porque supone un compromiso de mantenimiento,
y el compromiso significa una semilla kármica: El simple hecho de tener un
altar, cuidarlo, y comprometerse a realizar las prácticas básicas relacionadas
con él significa generar karma negativo si uno no cumple con esa tarea, pero
también acumular méritos si se comprende su significado y se actúa con
propiedad.
Situación y cuidados
Es por esto que debemos poner especial atención a que
en nuestro altar todo sea bonito, colocado con cuidado, mirando por cada
detalle, poniendo especial atención a la limpieza, tanto del altar en sí como
de la habitación donde se encuentra, especialmente el espacio delante de él y
que ocupamos para hacer nuestras prácticas, meditar, postrarnos… Siempre que
sea posible el altar debe estar en una habitación separada donde no duerma
nadie. Si no hay más remedio que tener tu altar en tu dormitorio, asegúrate de
que al estirar las piernas -en la cama, mientras estás sentado, etc- no diriges
los pies hacia él. Se considera una falta de respeto sentarse con los pies
mirando hacia la Sangha, ya sean figuras, imágenes, maestros en persona…
Uno de los puntos que debemos cuidar con especial
atención es la limpieza. Recuerda el poder de las visualizaciones tántricas,
con lo que debe diferenciarse la limpieza de la gompa de la limpieza que
hacemos en el resto de la casa. La limpieza en sí es siempre importante y se
puede limpiar el altar y su habitación igual que limpiamos el salón o el
dormitorio, pero comprende que el altar es un espacio diferente; no debes andar
quitando y poniendo imágenes y figuras, dándoles con el plumero o frotándolas
con un paño de cualquier manera. Puede limpiarse de forma cuidadosa, quitando
el polvo con educación y respeto. A menudo muchos maestros han explicado que el
altar debería limpiarse con tanto cuidado y devoción como si limpiaras el altar
de tu gurú, y la habitación debe limpiarse como si fuera el sitio donde vive un
buda.
Tampoco debemos interpretar esto como una obsesión; es normal que se
pueda acumularse polvo en sitios poco accesibles, o que el techo de las gompas
en los monasterios pueda estar ennegrecido por el humo de las lamparillas y el
incienso año tras año, pero dentro de nuestras posibilidades, ya que tenemos
una pequeña gompa en nuestra casa, debemos hacer lo posible por mantenerla
razonablemente limpia, retirando el polvo cuidadosamente con un pequeño
plumero, limpiando cada cierto tiempo todos sus elementos, tratándolos con el
respeto que merecen. Ante todo, debe estar bonito, oler bien… en resumen, resultar
agradable.
Nota: Es probable que encuentres altares perfectamente
válidos que no se corresponden con esta descripción. Puede variar según la
tradición, la forma de la sala, dimensiones del mueble, etc.
La estructura
Generalmente el altar se divide en dos niveles: Arriba
está el Buda Sakyamuni y debajo los ofrecimientos, aunque también puede haber
lugar para otras deidades, ofrecimientos que se colocan en otros puntos del
altar, del mueble e incluso en otro lugar de la habitación, etc.
Buda Sakyamuni
La figura básica del altar es siempre el Buda. Lo
mejor es conseguir una figura, que se puede encontrar con relativa facilidad,
pero ten cuidado de no confundirte entre distintos budas: Sakyamuni tiene su
mano izquierda sobre el regazo y la mano derecha toca el suelo con la punta de
los dedos. El tamaño dependerá de lo grande que vaya a ser tu altar. Por lo
general, un altar doméstico no tiene por qué ser más grande que el ancho que
ocupen los ofrecimientos que vayamos a colocar encima, con lo que un buda de
unos 20 o 30 cm. de alto tal vez sea lo más apropiado, aunque de nuevo: depende
de tí y del espacio que le quieras dedicar. Para mucha gente, un buda de 20 o
30 cm de alto será demasiado grande. Tú decides.
Es posible poner detrás del Buda alguna tela bonita a
modo de adorno -se suele decir que el amarillo es un color especialmente
indicado-, o sencillamente reservar ese espacio para colocar (siempre por
debajo de la cabeza del Sakyamuni) un par de thangkas más pequeñas de otras
deidades. En las tradiciones tibetanas es muy habitual que este lugar esté
ocupado por Tara Verde y Chenrezig, uno a cada lado del Buda. La mayoría de los
thangkas son caros, así que la mayoría de la gente pone fotos corrientes,
postales compradas en algún centro budista, o puedes buscar fotos en internet
para imprimirlas tú mismo.
Un thangka
es un colgante tradicional tibetano que representa a distintas deidades (en la
foto, Sangye Menla, el Buda de la Medicina) y suele estar rodeado de un marco
confeccionado en seda.
Otros objetos de refugio
Como bien sabes, los objetos de refugio son el Buda,
el Dharma y la Sangha. Los tres están representados en el altar. Como acabamos
de ver, el Buda es la figura principal, pero más importantes todavía que el
Buda son sus enseñanzas:
El Dharma puede aparecer de forma simbólica a la
izquierda del Buda, habitualmente como libro de enseñanzas o cualquier otro
texto de importancia. Por ejemplo, puedes imprimir de forma bien bonita el Sutra
del Corazón o el mantra de Chenrezig (“Om Mani Padme Hum”) escritos en
tibetano, en la tradición gelugpa podría ser un ejemplar del Lam Rim, etc. De
todas formas, en el altar sólo se representan simbólicamente y no suelen
colocarse libros en él. Todos tus libros de budismo, cuadernos de prácticas,
libros de oraciones, etc. deberían estar en alto, por encima del Buda. No es
necesario que estén literalmente encima del altar, ni siquiera en la misma
habitación si no tienes espacio. Lo importante es que tengan un sitio exclusivo
-separados de otra clase de libros-, evitar que se deterioren debido a
humedades, sol directo, suciedad… y que estén en alto, o por lo
menos intentar que no estén cerca del suelo.
En cuanto a la Sangha, es decir todos los grandes maestros
incluyendo deidades y protectores, suelen colocarse por debajo del Sakyamuni.
Es posible que estén a la misma altura que los ofrecimientos que veremos a
continuación, pero es muy recomendable que estén un poco elevados, y en algunos
casos sí es muy apropiado que tengan lugares destacados por encima de los
demás, como Chenrezig, Tara y las deidades o protectores para los que hayas
recibido la iniciación correspondiente. También deberías incluir retratos de
los maestros del linaje (Dalai Lama, Karmapa…) y de tus maestros (el gurú raíz
y el lama con quien tengas contacto de forma más habitual, si es que son dos
personas diferentes). Esto es sólo una recomendación general.
Los ofrecimientos
Ahora sí, vamos a ver los ofrecimientos propiamente
dichos. Delante del Buda, sobre la mesa, deben colocarse estas ofrendas de
izquierda a derecha, pronunciando su nombre cada vez:
- Agua para beber (Argam)
- Agua para lavarse (Padyam)
- Flores (Pushpe)
- Incienso (Dupe)
- Luz (Aloke)
- Perfume (Gende)
- Comida (Nevidya)
- Música (Opcional. En algunas tradiciones no se ofrece).
Estas ofrendas pueden realizarse de dos formas: Reales
o visualizadas, es decir representadas por agua. Veamos primero cómo se ofrecen
de forma real, como en la foto de arriba.
Ofrendas reales
El agua para beber y el agua para lavarse se ofrecen
igual sean reales o visualizadas; abajo veremos cómo debe ofrendarse el agua,
ya que hay un procedimiento muy preciso. Es suficiente con cuencos
pequeños, generalmente de cristal o metálicos. El tamaño dependerá del ancho
del mueble, y deberán ser todos iguales, independientemente de qué ofrecimiento
sea. Cuando se presenta agua como ofrecimiento real, puede ser agua de verdad o
una representación. En muchos bazares venden bolsas con piedrecitas decorativas
y es posible encontrarlas de color azulado. Si es agua de verdad, sí hay que
ponerla cada mañana y retirarla cada noche. Si es una representación, no es
necesario.
A continuación, puedes colocar un pequeño grupo de
flores, o como en la foto, un bonito loto artificial. No te preocupes si son
flores de mentira, ya que lo importante no es el objeto físico tanto como la
visualización de estar ofreciendo lo más precioso y agradable que te puedas
imaginar. Imagina que el agua es perfectamente pura y cristalina, de
temperatura agradable, y que ofreces una extensión vastísima de las flores más
bonitas que jamás se pudieran imaginar. Todos los ofrecimientos deben
visualizarse siempre así, como si tuvieras a todos y cada uno de los grandes
maestros delante tuyo y quisieras ofrecerles lo más bonito, lo más agradable,
lo más digno para ellos. Es importante hacerlo de esta forma, porque si no, los
ofrecimientos de cada mañana serían como poner la mesa para comer, no tendría
valor espiritual ni mental alguno y si te limitas a hacerlo con prisas o de
forma mecánica sin pensar, podrías estar generando karma negativo por hacer las
cosas con dejadez o pereza. Si las flores son artificiales, no es necesario
retirarlas por la noche. Si son de verdad es suficiente con cambiarlas para que
estén siempre frescas y bonitas.
Después de las flores -que pueden estar además delante
del altar, en el suelo en jarrones o macetas- viene el incienso. Llena uno de
los cuencos con arroz o arena. Coje un par de varillas de incienso, las partes
por la mitad para que no sean demasiado largas, y las pinchas de forma que
queden cruzadas unas con otras. Mucha gente las pone juntas sin más. Este
incienso no hace falta encenderlo, pero puedes hacerlo asegurándote de que la
ceniza no caerá fuera del bol, que no haya nada encima que pueda quemarse, y
cambiando el fondo (arena, arroz, piedrecitas…) cada cierto tiempo. Por
supuesto, también puedes quemar incienso a los pies del mueble o en otro sitio
de la habitación. Este ofrecimiento tampoco es necesario retirarlo por la noche
(pero sí apagarlo si está encendido).
Ahora viene la luz, que es un ofrecimiento especial:
La luz nos acompaña allá donde vayamos. Nos movemos por la casa, caminamos bajo
el sol, etc. y casi siempre nos está dando o estamos viendo algún tipo de luz.
Una buena idea para generar méritos es ofrecerla mentalmente cada vez que
encendemos cualquier luz. Cuando entras en la habitación y pulsas el
interruptor: “Om ah hum”. Cuando enciendes un fuego en la cocina: “Om ah hum”,
etc. Así pues, además del bol con una representación de la luz, es muy
apropiado que todo el altar esté iluminado. No hace falta que parezca una
feria, pero que todas las imágenes se vean bien y tenga un aspecto bonito.
A veces la
luz se ofrece en un bol especial con un soporte alto.
ATENCIÓN: Se ha dado demasiadas veces el triste caso de que
toda una gompa se incendia por no vigilar las ofrendas de luz, que a menudo son
de fuego. Aunque lo tradicional en los monasterios es usar lamparillas de
aceite y puedes usar velitas en casa, por favor hazlo únicamente cuando vayas a
estar presente. Si no vas a estar en la habitación, busca cualquier otra
bombilla pequeña o adorno luminoso que sea bonito y pequeño, como esas lamparitas
a pilas que se encienden y apagan pulsando sobre ellas, las socorridas luces de
Navidad (sin música ni parpadeos molestos, lógicamente), y desde hace un tiempo
se pueden encontrar tiras flexibles de luces LED que se enchufan, consumen muy
poco y no se calientan, pero intenta no poner fuego real para evitar cualquier
riesgo, especialmente si tienes niños o animales. Es muy habitual poner esas
velitas pequeñas que vienen en una tarrina de aluminio, pero recuerda que lo
que estás ofreciendo es la luz, no fuego ni calor.
Para retirar el
ofrecimiento de luz por la noche, apágala sin más. Si es una vela, lo ideal es
apagarla con unas campanas pequeñitas que venden para eso, o bien dándole aire
con la mano (cuidado con el fuego) pero nunca soplando. Esa vela debe retirarse
y el bol dejarse boca abajo, porque no se considera correcto dejar un
ofrecimiento apagado o vacío. Por el mismo motivo, durante el día deberías
comprobar si se ha apagado alguna vela para volver a encenderla.
La siguiente ofrenda es el perfume. Puede ser un
cuenco de agua con unas gotas de aceites esenciales (¡otra razón para no tener
fuego al lado!), una velita aromática -que no necesitas encender- o
incluso poner en el bol plantas de olor agradable, como romero, orégano,
salvia…
A continuación llega la ofrenda de comida. Puede ser
representada por otro objeto, como arroz crudo mezclado con esas piedrecitas de
colores que venden en los bazares, pero es preferible poner comida de verdad.
No debe ofrecerse cualquier cosa. Es indicado poner fruta, distintas galletas
colocadas con cuidado, bombones, etc. Es muy importante comprender que
desde el momento en que hacemos el ofrecimiento, esta comida pertenece a Buda,
Dharma y Sangha, así que no debe cogerla nadie porque significaría robar a las
Tres Joyas. Según qué alimentos sean, si quieres pueden dejarse en el altar por
la noche, siempre y cuando se mantengan limpios y frescos, por ejemplo
cambiando la fruta demasiado madura por otra más fresca y bonita.
Finalmente, la música. Hay tradiciones en las que este
ofrecimiento no se hace. Puedes colocar en el altar un crótalo tibetano (es un
instrumento muy simple que consiste en dos platillos grabados con mantras y
sílabas tibetanas, unidos por una cuerda o pieza de cuero) o bien poner música
en la habitación. Puede ser cualquier sonido agradable y relajante pero es más
apropiado que suenen mantras o algorelacionado con el Dharma, como grabaciones
de monjes recitando, por ejemplo. Por lo general no se considera apropiado
poner otro tipo de música en la misma habitación. Este ofrecimiento puede ser
sustituido simplemente por pronunciar tres veces el mantra “Om Ah Hum”.
Hay una norma que debe recordarse siempre que se hagan
los ofrecimientos, tanto reales como visualizados, y es que entre un bol y otro
debe guardarse la distancia del tamaño de un grano de arroz, y siempre deben
estar en linea recta, nunca en curva. La distancia del grano de arroz es para
representar lo cerca que podemos estar de alcanzar la budeidad, y la linea
recta simboliza el camino que vamos recorriendo vida tras vida hasta la
Iluminación.
Por la noche se retiran los ofrecimientos
Música: Apaga la música o coloca el crótalo de forma
que el mantra de su interior mire hacia abajo.
Comida: Asegúrate de que no quedan migas, hojas u
otros restos. Si la has colocado sobre un plato, llévatelo o bien déjalo boca
abajo. Esta comida, una vez retirada, se considera bendecida por el Buda y ya
puedes comerla o regalarla, pero tirarla generaría mucho karma negativo.
Perfume: Si es con agua, repite el mismo proceso que
con las dos primeras ofrendas. Si no, con poner el ofrecimiento boca abajo es
suficiente.
Luz: Limítate a apagarla. Si son velas, deben
retirarse si soplar, se hayan consumido o no.
Incienso: En caso de haberlo encendido, basta con
dejarlo apagado.
Flores: Retira las flores naturales del altar y deja
el recipiente boca abajo o fuera del mueble. Las flores naturales que tengas en
el suelo u otros sitios de la habitación, y las flores artificiales del altar,
sí pueden quedarse ahí.
Agua: Se vacían los dos recipientes, por ejemplo en
plantas o en alguna jarra que tengas especialmente para el altar, y luego se
ofrece (a quienes no pueden beber, a los seres que viven en el agua, etc). Con
un paño limpio que tengas especialmente para esto, limpia el cuenco haciendo
tres círculos hacia la derecha y otros tres hacia la izquierda, para generar
méritos. Los cuencos descansan boca abajo, ya sea cada uno en su posición, o
apilados fuera del altar.
Ofrendas visualizadas
Las mismas ofrendas pueden hacerse simbolizadas por
cuencos de agua. Recuerda siempre visualizar lo que estás ofreciendo; no se
trata de llenar 8 cuencos con agua sin más. Es habitual echar en la jarra unas
pocas hebras de azafrán, suficiente para que el agua se tiña de un tono
amarillento en pocos minutos.
Hay una metodología específica que debe seguirse.
Algunos se hacen un lío al principio, así que presta atención y hazlo con
cuidado porque se considera inapropiado salpicar o manchar:
Opción 1. Recomendada) Con una mano sujeta los siete
boles apilados y boca arriba. Con la otra, coje la jarra del agua y llena el
primer bol hasta arriba. Sácalo, vierte casi todo el agua en el segundo bol, y
colócalo en su sitio. Saca el segundo bol y vierte casi todo el agua en el
tercer bol, y así sucesivamente hasta que todos los boles estén alineados en el
altar, cada uno con un poquito de agua. Ahora sólo tienes que terminar de
llenarlos, visualizando lo que estás ofreciendo con cada uno y diciendo su
nombre: Argam, padyam, pushpe, etc. Debe hacerse siempre de izquierda a
derecha y el espacio entre la superficie del agua y el borde debe ser del
tamaño de un grano de arroz.
Si tus cuencos son demasiado grandes para sujetarlos o
te cuesta mucho sacar el primero después de llenarlo, en lugar de sujetarlos
con la mano puedes apoyarlos en otra mesa aparte: Llena el primer bol, vierte
sobre el segundo, colócalo, vierte del segundo al tercero, etc.
Opción 2) Coloca los ocho cuencos vacíos boca
arriba en su sitio, y asegúrate de pronunciar el mantra Om Ah Hum. Se dice que
la energía sutil que se genera con los ofrecimientos no llega al Buda si se
dejan los cuencos vacíos y no se dedican recitando el mantra. Una buena forma
de no olvidarlo es repetir el mantra constantemente mientras montas el altar.
Llena el primer cuenco hasta el borde. Sujétalo con
cuidado y vierte casi todo el contenido en el segundo cuenco, repitiendo
el mismo proceso que en la opción 1.
Con este llenado definitivo, recuerda visualizar
mentalmente cada ofrecimiento en cada cuenco. Piensa en el agua pura y
cristalina, en el aroma del incienso, lo agradable de la comida…
Para retirar los cuencos por la noche, vacíalos sin
más de derecha a izquierda, y límpialos igual que se explicó arriba, dejándolos
boca abajo o guardándolos en otro sitio.
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