ཨོཾ་མ་ཎི་པ་དྨེ་ཧཱུྃ།

lunes, 20 de marzo de 2017

Tu propio altar en casa






Aunque la práctica auténtica del Dharma es cosa de trabajar la mente, es importante para todo budista tibetano disponer en casa de un altar. No ya por simple devoción, sino porque supone un compromiso de mantenimiento, y el compromiso significa una semilla kármica: El simple hecho de tener un altar, cuidarlo, y comprometerse a realizar las prácticas básicas relacionadas con él significa generar karma negativo si uno no cumple con esa tarea, pero también acumular méritos si se comprende su significado y se actúa con propiedad.

Situación y cuidados
Es por esto que debemos poner especial atención a que en nuestro altar todo sea bonito, colocado con cuidado, mirando por cada detalle, poniendo especial atención a la limpieza, tanto del altar en sí como de la habitación donde se encuentra, especialmente el espacio delante de él y que ocupamos para hacer nuestras prácticas, meditar, postrarnos… Siempre que sea posible el altar debe estar en una habitación separada donde no duerma nadie. Si no hay más remedio que tener tu altar en tu dormitorio, asegúrate de que al estirar las piernas -en la cama, mientras estás sentado, etc- no diriges los pies hacia él. Se considera una falta de respeto sentarse con los pies mirando hacia la Sangha, ya sean figuras, imágenes, maestros en persona…

Uno de los puntos que debemos cuidar con especial atención es la limpieza. Recuerda el poder de las visualizaciones tántricas, con lo que debe diferenciarse la limpieza de la gompa de la limpieza que hacemos en el resto de la casa. La limpieza en sí es siempre importante y se puede limpiar el altar y su habitación igual que limpiamos el salón o el dormitorio, pero comprende que el altar es un espacio diferente; no debes andar quitando y poniendo imágenes y figuras, dándoles con el plumero o frotándolas con un paño de cualquier manera. Puede limpiarse de forma cuidadosa, quitando el polvo con educación y respeto. A menudo muchos maestros han explicado que el altar debería limpiarse con tanto cuidado y devoción como si limpiaras el altar de tu gurú, y la habitación debe limpiarse como si fuera el sitio donde vive un buda.

Tampoco debemos interpretar esto como una obsesión; es normal que se pueda acumularse polvo en sitios poco accesibles, o que el techo de las gompas en los monasterios pueda estar ennegrecido por el humo de las lamparillas y el incienso año tras año, pero dentro de nuestras posibilidades, ya que tenemos una pequeña gompa en nuestra casa, debemos hacer lo posible por mantenerla razonablemente limpia, retirando el polvo cuidadosamente con un pequeño plumero, limpiando cada cierto tiempo todos sus elementos, tratándolos con el respeto que merecen. Ante todo, debe estar bonito, oler bien… en resumen, resultar agradable.
Nota: Es probable que encuentres altares perfectamente válidos que no se corresponden con esta descripción. Puede variar según la tradición, la forma de la sala, dimensiones del mueble, etc.

La estructura
Generalmente el altar se divide en dos niveles: Arriba está el Buda Sakyamuni y debajo los ofrecimientos, aunque también puede haber lugar para otras deidades, ofrecimientos que se colocan en otros puntos del altar, del mueble e incluso en otro lugar de la habitación, etc.
Buda Sakyamuni



La figura básica del altar es siempre el Buda. Lo mejor es conseguir una figura, que se puede encontrar con relativa facilidad, pero ten cuidado de no confundirte entre distintos budas: Sakyamuni tiene su mano izquierda sobre el regazo y la mano derecha toca el suelo con la punta de los dedos. El tamaño dependerá de lo grande que vaya a ser tu altar. Por lo general, un altar doméstico no tiene por qué ser más grande que el ancho que ocupen los ofrecimientos que vayamos a colocar encima, con lo que un buda de unos 20 o 30 cm. de alto tal vez sea lo más apropiado, aunque de nuevo: depende de tí y del espacio que le quieras dedicar. Para mucha gente, un buda de 20 o 30 cm de alto será demasiado grande. Tú decides.
Es posible poner detrás del Buda alguna tela bonita a modo de adorno -se suele decir que el amarillo es un color especialmente indicado-, o sencillamente reservar ese espacio para colocar (siempre por debajo de la cabeza del Sakyamuni) un par de thangkas más pequeñas de otras deidades. En las tradiciones tibetanas es muy habitual que este lugar esté ocupado por Tara Verde y Chenrezig, uno a cada lado del Buda. La mayoría de los thangkas son caros, así que la mayoría de la gente pone fotos corrientes, postales compradas en algún centro budista, o puedes buscar fotos en internet para imprimirlas tú mismo.

Un thangka es un colgante tradicional tibetano que representa a distintas deidades (en la foto, Sangye Menla, el Buda de la Medicina) y suele estar rodeado de un marco confeccionado en seda. 

Otros objetos de refugio
Como bien sabes, los objetos de refugio son el Buda, el Dharma y la Sangha. Los tres están representados en el altar. Como acabamos de ver, el Buda es la figura principal, pero más importantes todavía que el Buda son sus enseñanzas:
El Dharma puede aparecer de forma simbólica a la izquierda del Buda, habitualmente como libro de enseñanzas o cualquier otro texto de importancia. Por ejemplo, puedes imprimir de forma bien bonita el Sutra del Corazón o el mantra de Chenrezig (“Om Mani Padme Hum”) escritos en tibetano, en la tradición gelugpa podría ser un ejemplar del Lam Rim, etc. De todas formas, en el altar sólo se representan simbólicamente y no suelen colocarse libros en él. Todos tus libros de budismo, cuadernos de prácticas, libros de oraciones, etc. deberían estar en alto, por encima del Buda. No es necesario que estén literalmente encima del altar, ni siquiera en la misma habitación si no tienes espacio. Lo importante es que tengan un sitio exclusivo -separados de otra clase de libros-, evitar que se deterioren debido a humedades, sol directo, suciedad… y que estén en alto, o por lo menos intentar que no estén cerca del suelo.
En cuanto a la Sangha, es decir todos los grandes maestros incluyendo deidades y protectores, suelen colocarse por debajo del Sakyamuni. Es posible que estén a la misma altura que los ofrecimientos que veremos a continuación, pero es muy recomendable que estén un poco elevados, y en algunos casos sí es muy apropiado que tengan lugares destacados por encima de los demás, como Chenrezig, Tara y las deidades o protectores para los que hayas recibido la iniciación correspondiente. También deberías incluir retratos de los maestros del linaje (Dalai Lama, Karmapa…) y de tus maestros (el gurú raíz y el lama con quien tengas contacto de forma más habitual, si es que son dos personas diferentes). Esto es sólo una recomendación general.

Los ofrecimientos
Ahora sí, vamos a ver los ofrecimientos propiamente dichos. Delante del Buda, sobre la mesa, deben colocarse estas ofrendas de izquierda a derecha, pronunciando su nombre cada vez:
  1. Agua para beber (Argam)
  2. Agua para lavarse (Padyam)
  3. Flores (Pushpe)
  4. Incienso (Dupe)
  5. Luz (Aloke)
  6. Perfume (Gende)
  7. Comida (Nevidya)
  8. Música (Opcional. En algunas tradiciones no se ofrece).


Estas ofrendas pueden realizarse de dos formas: Reales o visualizadas, es decir representadas por agua. Veamos primero cómo se ofrecen de forma real, como en la foto de arriba.

Ofrendas reales
El agua para beber y el agua para lavarse se ofrecen igual sean reales o visualizadas; abajo veremos cómo debe ofrendarse el agua, ya que hay un procedimiento muy preciso. Es suficiente con cuencos pequeños, generalmente de cristal o metálicos. El tamaño dependerá del ancho del mueble, y deberán ser todos iguales, independientemente de qué ofrecimiento sea. Cuando se presenta agua como ofrecimiento real, puede ser agua de verdad o una representación. En muchos bazares venden bolsas con piedrecitas decorativas y es posible encontrarlas de color azulado. Si es agua de verdad, sí hay que ponerla cada mañana y retirarla cada noche. Si es una representación, no es necesario.

A continuación, puedes colocar un pequeño grupo de flores, o como en la foto, un bonito loto artificial. No te preocupes si son flores de mentira, ya que lo importante no es el objeto físico tanto como la visualización de estar ofreciendo lo más precioso y agradable que te puedas imaginar. Imagina que el agua es perfectamente pura y cristalina, de temperatura agradable, y que ofreces una extensión vastísima de las flores más bonitas que jamás se pudieran imaginar. Todos los ofrecimientos deben visualizarse siempre así, como si tuvieras a todos y cada uno de los grandes maestros delante tuyo y quisieras ofrecerles lo más bonito, lo más agradable, lo más digno para ellos. Es importante hacerlo de esta forma, porque si no, los ofrecimientos de cada mañana serían como poner la mesa para comer, no tendría valor espiritual ni mental alguno y si te limitas a hacerlo con prisas o de forma mecánica sin pensar, podrías estar generando karma negativo por hacer las cosas con dejadez o pereza. Si las flores son artificiales, no es necesario retirarlas por la noche. Si son de verdad es suficiente con cambiarlas para que estén siempre frescas y bonitas.

Después de las flores -que pueden estar además delante del altar, en el suelo en jarrones o macetas- viene el incienso. Llena uno de los cuencos con arroz o arena. Coje un par de varillas de incienso, las partes por la mitad para que no sean demasiado largas, y las pinchas de forma que queden cruzadas unas con otras. Mucha gente las pone juntas sin más. Este incienso no hace falta encenderlo, pero puedes hacerlo asegurándote de que la ceniza no caerá fuera del bol, que no haya nada encima que pueda quemarse, y cambiando el fondo (arena, arroz, piedrecitas…) cada cierto tiempo. Por supuesto, también puedes quemar incienso a los pies del mueble o en otro sitio de la habitación. Este ofrecimiento tampoco es necesario retirarlo por la noche (pero sí apagarlo si está encendido).

Ahora viene la luz, que es un ofrecimiento especial: La luz nos acompaña allá donde vayamos. Nos movemos por la casa, caminamos bajo el sol, etc. y casi siempre nos está dando o estamos viendo algún tipo de luz. Una buena idea para generar méritos es ofrecerla mentalmente cada vez que encendemos cualquier luz. Cuando entras en la habitación y pulsas el interruptor: “Om ah hum”. Cuando enciendes un fuego en la cocina: “Om ah hum”, etc. Así pues, además del bol con una representación de la luz, es muy apropiado que todo el altar esté iluminado. No hace falta que parezca una feria, pero que todas las imágenes se vean bien y tenga un aspecto bonito.

A veces la luz se ofrece en un bol especial con un soporte alto. 

ATENCIÓN: Se ha dado demasiadas veces el triste caso de que toda una gompa se incendia por no vigilar las ofrendas de luz, que a menudo son de fuego. Aunque lo tradicional en los monasterios es usar lamparillas de aceite y puedes usar velitas en casa, por favor hazlo únicamente cuando vayas a estar presente. Si no vas a estar en la habitación, busca cualquier otra bombilla pequeña o adorno luminoso que sea bonito y pequeño, como esas lamparitas a pilas que se encienden y apagan pulsando sobre ellas, las socorridas luces de Navidad (sin música ni parpadeos molestos, lógicamente), y desde hace un tiempo se pueden encontrar tiras flexibles de luces LED que se enchufan, consumen muy poco y no se calientan, pero intenta no poner fuego real para evitar cualquier riesgo, especialmente si tienes niños o animales. Es muy habitual poner esas velitas pequeñas que vienen en una tarrina de aluminio, pero recuerda que lo que estás ofreciendo es la luz, no fuego ni calor.

Para retirar el ofrecimiento de luz por la noche, apágala sin más. Si es una vela, lo ideal es apagarla con unas campanas pequeñitas que venden para eso, o bien dándole aire con la mano (cuidado con el fuego) pero nunca soplando. Esa vela debe retirarse y el bol dejarse boca abajo, porque no se considera correcto dejar un ofrecimiento apagado o vacío. Por el mismo motivo, durante el día deberías comprobar si se ha apagado alguna vela para volver a encenderla.
La siguiente ofrenda es el perfume. Puede ser un cuenco de agua con unas gotas de aceites esenciales (¡otra razón para no tener fuego al lado!), una velita aromática -que no necesitas encender- o incluso poner en el bol plantas de olor agradable, como romero, orégano, salvia…
A continuación llega la ofrenda de comida. Puede ser representada por otro objeto, como arroz crudo mezclado con esas piedrecitas de colores que venden en los bazares, pero es preferible poner comida de verdad. No debe ofrecerse cualquier cosa. Es indicado poner fruta, distintas galletas colocadas con cuidado, bombones, etc. Es muy importante comprender que desde el momento en que hacemos el ofrecimiento, esta comida pertenece a Buda, Dharma y Sangha, así que no debe cogerla nadie porque significaría robar a las Tres Joyas. Según qué alimentos sean, si quieres pueden dejarse en el altar por la noche, siempre y cuando se mantengan limpios y frescos, por ejemplo cambiando la fruta demasiado madura por otra más fresca y bonita.

Finalmente, la música. Hay tradiciones en las que este ofrecimiento no se hace. Puedes colocar en el altar un crótalo tibetano (es un instrumento muy simple que consiste en dos platillos grabados con mantras y sílabas tibetanas, unidos por una cuerda o pieza de cuero) o bien poner música en la habitación. Puede ser cualquier sonido agradable y relajante pero es más apropiado que suenen mantras o algorelacionado con el Dharma, como grabaciones de monjes recitando, por ejemplo. Por lo general no se considera apropiado poner otro tipo de música en la misma habitación. Este ofrecimiento puede ser sustituido simplemente por pronunciar tres veces el mantra “Om Ah Hum”.

Hay una norma que debe recordarse siempre que se hagan los ofrecimientos, tanto reales como visualizados, y es que entre un bol y otro debe guardarse la distancia del tamaño de un grano de arroz, y siempre deben estar en linea recta, nunca en curva. La distancia del grano de arroz es para representar lo cerca que podemos estar de alcanzar la budeidad, y la linea recta simboliza el camino que vamos recorriendo vida tras vida hasta la Iluminación.
Por la noche se retiran los ofrecimientos

Música: Apaga la música o coloca el crótalo de forma que el mantra de su interior mire hacia abajo.
Comida: Asegúrate de que no quedan migas, hojas u otros restos. Si la has colocado sobre un plato, llévatelo o bien déjalo boca abajo. Esta comida, una vez retirada, se considera bendecida por el Buda y ya puedes comerla o regalarla, pero tirarla generaría mucho karma negativo.
Perfume: Si es con agua, repite el mismo proceso que con las dos primeras ofrendas. Si no, con poner el ofrecimiento boca abajo es suficiente.
Luz: Limítate a apagarla. Si son velas, deben retirarse si soplar, se hayan consumido o no.
Incienso: En caso de haberlo encendido, basta con dejarlo apagado.
Flores: Retira las flores naturales del altar y deja el recipiente boca abajo o fuera del mueble. Las flores naturales que tengas en el suelo u otros sitios de la habitación, y las flores artificiales del altar, sí pueden quedarse ahí.
Agua: Se vacían los dos recipientes, por ejemplo en plantas o en alguna jarra que tengas especialmente para el altar, y luego se ofrece (a quienes no pueden beber, a los seres que viven en el agua, etc). Con un paño limpio que tengas especialmente para esto, limpia el cuenco haciendo tres círculos hacia la derecha y otros tres hacia la izquierda, para generar méritos. Los cuencos descansan boca abajo, ya sea cada uno en su posición, o apilados fuera del altar.

Ofrendas visualizadas
Las mismas ofrendas pueden hacerse simbolizadas por cuencos de agua. Recuerda siempre visualizar lo que estás ofreciendo; no se trata de llenar 8 cuencos con agua sin más. Es habitual echar en la jarra unas pocas hebras de azafrán, suficiente para que el agua se tiña de un tono amarillento en pocos minutos.
Hay una metodología específica que debe seguirse. Algunos se hacen un lío al principio, así que presta atención y hazlo con cuidado porque se considera inapropiado salpicar o manchar:

Opción 1. Recomendada) Con una mano sujeta los siete boles apilados y boca arriba. Con la otra, coje la jarra del agua y llena el primer bol hasta arriba. Sácalo, vierte casi todo el agua en el segundo bol, y colócalo en su sitio. Saca el segundo bol y vierte casi todo el agua en el tercer bol, y así sucesivamente hasta que todos los boles estén alineados en el altar, cada uno con un poquito de agua. Ahora sólo tienes que terminar de llenarlos, visualizando lo que estás ofreciendo con cada uno y diciendo su nombre: Argam, padyam, pushpe, etc. Debe hacerse siempre de izquierda a derecha y el espacio entre la superficie del agua y el borde debe ser del tamaño de un grano de arroz.

Si tus cuencos son demasiado grandes para sujetarlos o te cuesta mucho sacar el primero después de llenarlo, en lugar de sujetarlos con la mano puedes apoyarlos en otra mesa aparte: Llena el primer bol, vierte sobre el segundo, colócalo, vierte del segundo al tercero, etc.

Opción 2) Coloca los ocho cuencos vacíos boca arriba en su sitio, y asegúrate de pronunciar el mantra Om Ah Hum. Se dice que la energía sutil que se genera con los ofrecimientos no llega al Buda si se dejan los cuencos vacíos y no se dedican recitando el mantra. Una buena forma de no olvidarlo es repetir el mantra constantemente mientras montas el altar.

Llena el primer cuenco hasta el borde. Sujétalo con cuidado y vierte casi todo el contenido en el segundo cuenco, repitiendo el mismo proceso que en la opción 1.
Con este llenado definitivo, recuerda visualizar mentalmente cada ofrecimiento en cada cuenco. Piensa en el agua pura y cristalina, en el aroma del incienso, lo agradable de la comida…

Para retirar los cuencos por la noche, vacíalos sin más de derecha a izquierda, y límpialos igual que se explicó arriba, dejándolos boca abajo o guardándolos en otro sitio.

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