En nuestras sociedades occidentales
nadie sabe ya vivir con sencillez. Tenemos demasiados bienes materiales,
demasiadas opciones, demasiadas tentaciones, demasiados deseos, demasiados
alimentos.
Todo se malgasta, todo se destruye.
Usamos cubiertos, bolígrafos, encendedores, máquinas fotográficas... cuya
fabricación contamina las aguas y el aire y por tanto, la naturaleza.
Renunciemos desde hoy mismo a ese despilfarro, o tendremos quo renunciar en un
futuro no demasiado distante.
Hay que quitar cosas que estorban
para poder ver nuevas perspectivas. Funciones esenciales como vestirse, comer y
dormir, cobran entonces una dimensión distinta y mucho más profunda. No es la
perfección lo que tratamos de alcanzar, sino un enriquecimiento vital. Ya que
la sencillez resuelve muchos problemas.
Deja de poseer demasiadas cosas:
Tendrás más tiempo para dedicar a tu
cuerpo. Y una vez que te encuentres a gusto con tu cuerpo, podrás olvidarte de
él y cultivar el espíritu, con lo que se accede a una existencia más llena de
sentido, ¡Y serás más feliz!
La sencillez consiste en poseer
poco, para abrir camino a lo esencial y a la quintaesencia de las cosas. Además,
la sencillez es bella porque esconde muchas maravillas.
Lo que Pesan las
Posesiones - el Afán de Acumular
La mayoría viajamos por la vida nada
ligeros de equipaje, sino todo lo contrario, así que sería recomendable hacernos
una reflexión, y empezar a preguntamos por qué le tenemos tanto apego a las
cosas?
Para muchos, las riquezas materiales
representan un reflejo de su vida, o tal vez es que no están muy seguros de
tener existencia propia. Conscientemente o no, asocian las posesiones con su
propia identidad y la imagen que tienen de sí mismos.
Cuantas más pertenencias tienen, más
seguros y realizados se sienten. Todo se convierte en objeto del deseo: los
bienes materiales, los negocios prósperos, las obras de arte, los conocimientos,
las ideas, las amistades, los amantes, los viajes, un dios y hasta el ego...
La gente consume, compra, acumula,
colecciona.
‘Tienen’ amigos, ‘tienen
influencias', ‘poseen' diplomas, títulos, medallas... El peso de las posesiones
los agobia. Olvidan, o no se han dado cuenta de que su codicia los convierte en
seres sin vida, esclavizados por afanes cada vez más numerosos.
Hay muchas cosas superfluas, pero no
lo comprendemos así hasta el momento en que estamos privadas de ellas. Las
usábamos porque las teníamos, no porque nos hicieran falta. ¡Cuántos objetos
habremos comprado sólo porque hemos visto que otras personas los tenían!
Para simplificar hay que elegir, y
las elecciones suelen ser penosas. Muchas personas acaban entre toneladas (en el
sentido literal de la palabra) de objetos que han dejado de tener valor para
ellas y no les son útiles para nada, sólo porque no se han decidido a hacer
algo con esas cosas, ni han tenido valor para regalarlas, venderlas o tirarlas.
Se aferran al pasado, a las
tradiciones familiares, a los recuerdos, pero olvidan el presente y no
contemplan el porvenir.
Tirar las cosas requiere un
esfuerzo. La dificultad no consiste en librarse de ellas, sino en juzgar cuáles
son útiles y cuáles inútiles. A veces cuesta desprenderse de un objeto.
Pero luego, ¡qué satisfacción!
Miedo al Cambio
Nuestra cultura no tolera mucho a
los que eligen vivir con frugalidad. Son peligrosos para la economía y para la
sociedad de consumo. Merecen consideración de marginales. Son sujetos
inquietantes. Quienes por decisión propia viven con modestia, comen poco,
malgastan poco y murmuran poco o nada de los demás, acaban calificados de
avaros, hipócritas y asociales.
Vivir es cambiar. Somos
contenedores, no contenidos- Deshacerse de las pertenencias puede ayudamos a
ser lo que siempre quisimos haber sido.
A esto, numerosas personas
replicarán que después de haber padecido necesidades materiales cuando eran
jóvenes, tirar ahora lo que tienen les causarla remordimientos. Sería como
despilfarrar. Sin embargo, despilfarrar significa tirar lo que aún pudiera
sernos útil.
El que tira lo que no le sirve para
nada, no despilfarra. Al contrario, el despilfarro consiste en retoñado.
¡Falta espacio en las habitaciones!
¡Hay que malgastar tanta energía en tener la sala decorada como nos imponen las
revistas! ¡Se pierde tanto tiempo buscando las cosas, ordenándolas, quitándoles
el polvo!
¿Acaso los recuerdos nos hacen tan
felices, o más felices? Se dice que los objetos tienen alma. ¿Pero se puede
consentir que la fidelidad al pasado invada el futuro? ¿El presente debe quedar
estático?
Elije el Minimalismo
La economía en el arte de vivir es
una filosofía práctica, porque vivir con poco mejora la calidad de vida.
Nuestra esencia no está encarnada en
las cosas, y hacerse minimalista por lo general requiere un bagaje
espiritual e intelectual. Algunos pueblos, como los coreanos, gustan por instinto
de lo sobrio y depurado, como lo demuestran sus obras de arte.
Todos podemos elegir la riqueza de
tener pocas cosas. Lo que cuenta es el valor para perseverar en nuestras
convicciones hasta el final.
Disciplina, lucidez y voluntad son
las condiciones para vivir con lo estrictamente necesario en unos espacios
limpios y bien ventilados. El minimalismo exige una disciplina de vida y una
gran atención al detalle. Elimina cuanto te sea posible, no te dejes invadir
por los objetos y los muebles, y luego dedica tu atención a otra cosa. La misma
idea de eliminar dejará de preocuparte.
Tus decisiones serán instintivas, tu
indumentaria más elegante, tu casa más confortable, tus compromisos sociales y
profesionales se reducirán. Renace el sentido común y contemplamos la vida con
mayor lucidez.
La mano que elimina es suave, pero
firme.
Haz un alto y reflexiona sobre lo
que podrías hacer para llevar una vida más fácil.
Pregúntate: ¿Qué es lo que me
complica la vida? ¿Realmente vale la pena? ¿Cuándo soy más feliz? ¿Acaso tener
es más importante que ser? ¿Hasta qué punto estoy dispuesto a conformarme con
poco?
Un consejo: redacta listas, te
ayudarán a despejar los estorbos de tu existencia.
Utiliza el Mínimo
Posible de Objetos
Cuando cualquier objeto requiera la
atención de tus sentidos, piensa que ya ha dejado de existir, que se
transforma, y que algún día no será más que polvo. No hay nada tan gratificante
como saber calibrar con método y veracidad cada una de las cosas que hemos
encontrado en la vida: cuál es su utilidad, a qué universo hacen referencia,
qué valor aportan a nuestra vida...
Distingue cuáles son los elementos
que los componen, cuánto pueden durar, qué sentimientos te evocan.
Importa más enriquecer el cuerpo en
sensaciones, el corazón en impulsos, y el espíritu en principios, que llenar la
vida de objetos. La única manera de no ser poseídos consiste en no poseer
(casi nada). Y sobre todo, en desear lo menos posible. Las acumulaciones son un
lastre. La multiplicidad y la fragmentación, también.
Despréndete de todo lo que no
necesites, ropa vieja que ya no te pones etc… Alcanzarás entonces el grado último
de la perfección en ti mismo.
¿Acaso es posible recibir sin hacer
antes un espacio? No concedas más importancia a las cosas que a los valores
humanos, a tu trabajo, a tu paz, a la belleza, a tu libertad y en general, a
todo cuanto vive.
Son demasiadas las cosas que nos
invaden, nos secuestran y nos alejan de lo esencial. Nuestro espíritu, a su
vez, se atasca como un desván lleno de trastos viejos. Así no puede moverse ni
progresar. Pero vivir estriba precisamente en progresar.
Admitir la multiplicidad y las
acumulaciones lleva a la confusión, a las preocupaciones incesantes, al
desánimo.
Qué No Te Posean
Nosotros no poseemos las cosas, ellas
nos poseen.
Todos somos dueños de tener lo que
se nos antoje, pero lo que cuenta sobre todo es la actitud frente a las cosas,
conocer los límites de las propias necesidades, y lo que esperamos de nuestra
propia vida. Saber lo que nos gustaría leer, las películas que deseamos ver,
los lugares que nos proporcionan un goce profundo...
Ej.Si tienes una única lima de uñas,
siempre sabrás dónde encontrarla. A lo material hay que concederte un mínimo de
importancia, aparte la comodidad, la calidad del entorno y uno o dos bellos
muebles. Negarse a tener demasiado es darse la posibilidad de apreciar con más
plenitud lo que aporta placeres espirituales, emocionales, intelectuales.
Tira lo que sea Inútil o que ya esté demasiado usado. (O déjalo en la calle con un cartel, para que se lo lleve alguien que pueda necesitarlo).
Lo que esté en condiciones de servir todavía (libros, ropas, vajilla...) puedes donarlo a los asilos y residencias. No pierdes nada con ese gesto, al contrario, ganas mucho en satisfacción y alegría.
Revende los bienes que necesites poco o nada. Hecho el vacío, apreciarás al fin el privilegio de no tener nada que ofrecer a los ladrones, a las llamas, a las polillas ni a los envidiosos. Tener más que el mínimo estricto es cargarse de nuevos dolores de cabeza.
Y luego, como sabemos todos,
"el mundo es un golfo redondo y el que lleva demasiado peso va al
fondo".
No a la Casa Abarrotada - la Casa debe Ser el Anti-estrés de la Ciudad
Cuando una casa está vacía, salvo algunas bellas y perfectas necesidades, se convierte en un remanso de paz. Estímala, límpiala y habítala con respeto, porque cumple con la misión de proteger tu tesoro más preciado: tú misma.
Que las consideraciones materiales dejen de preocupamos: sólo entonces es posible expansionarse. El espíritu se aloja en el cuerpo como éste se aloja en la casa. Para desarrollarse, hay que liberar el espíritu.
Cada una de nuestras posesiones debería recordamos que la necesitamos, sin más, y que es su utilidad lo que la hace preciosa, ya que sin ella no podríamos ‘funcionar' normalmente.
La casa debería ser un lugar reposo, una fuente de inspiración, un área terapéutica. Nuestras ciudades son superpobladas, ruidosas, pictóricas de colores y de difracciones visuales que nos agreden y nos hieren. A la casa le toca devolvemos la energía, la vitalidad, el equilibrio, la alegría. Es una protección material y psicológica.
Sirve tanto para el cuerpo como para
el espíritu.
Existe una desnutrición alimentaria, y existe también una desnutrición espiritual. Ahí es donde la casa desempeña su papel. Pues lo mismo que nuestra salud depende de nuestra alimentación, lo que colocamos en nuestro interior tiene serias repercusiones sobre nuestro equilibrio psicológico.
El “Inventario" Esencial
¿En qué consisten nuestras necesidades esenciales?
Lo ideal sería no tener nada más que lo estrictamente necesario, pero vivir en un lugar de ensueño, un interior irreprochable, y dentro de un cuerpo ejercitado, flexible y cuidado. Si sumamos a todo esto la independencia total, entonces el espíritu sería libre y permanecería abierto a todo lo que todavía está pendiente de descubrimiento.
La necesidad primera de todo ser humano es vivir en condiciones que le permitan conservar su salud, su equilibrio y su dignidad. A continuación, accederá la calidad en la indumentaria, la alimentación y el medio que le rodea.
¡Por desgracia, hasta la calidad de
vida se ha convertido en un lujo!
La Esencia de las Cosas
Hay que dejar que las cosas maduren para poder extraer la quintaesencia.
Acostúmbrate a definir, a describir, a ver, a denominar, a evaluar, a ensayar... eso te ayudará a cobrar conciencia de lo superfluo. Mira las cosas de cerca, como los miopes, para distinguir el grano más fino, y que no se te escape detalle de la calidad ni del valor de las cosas. Ni la mediocridad y la superfluidad de muchas de ellas.
Desentiéndete de su imagen. Averigua lo que te aportan realmente.
La esencia lo unifica y lo encierra todo en si misma: una estrella de la mañana entre la niebla, un sol restallante.
Pero, ¡atención!: cuanto más
sencillas son las cosas, mayor debe ser su calidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario