ཨོཾ་མ་ཎི་པ་དྨེ་ཧཱུྃ།

sábado, 21 de diciembre de 2019

600 Aniversario del Mahaparinirvana de Lama Je Tsongkhapa



Seis siglos de luz
Lo que sigue es un extracto inédito de “Budismo Tibetano: Una Guía Para Principiantes con motivo del 600 Aniversario del Mahaparinirvana de Lama Je Tsongkhapa.




Hay biografías que no le dejan a uno indiferente y que despiertan una devoción y una inspiración para la práctica difíciles de expresar con palabras. Una de ellas es la de un ser extraordinario se mire por donde se mire: Lama Je Tsongkhapa, fundador de la tradición gelugpa. 

Nació en 1357 en un lugar de la región de Amdo conocido como tsongkha, el ‘Valle de las Cebollas’ del que tomaría su apodo, y desde el primer momento mostró señales de ser alguien muy especial.
Según la tradición, parte de la sangre de su cordón umbilical cayó al suelo y en ese punto exacto empezó a crecer un gran sándalo que dejaba ver en sus hojas símbolos relacionados con Manjushri. Tiempo después su propia madre, Lubum Ge, edificó en ese lugar una estupa a la que, con el paso de los años, se anexarían más obras llegando a convertirse, doscientos años después, en el Monasterio de Kumbum.
Cuando muchos de los niños de tres años seguían amamantados por sus madres, más pendientes de jugar que de aprender a leer o escribir, él tomaba formalmente los votos de budista laico nada menos que de Su Santidad el IV Karmapa, recibiendo el nombre de Kunga Nyingpo.

Cinco años después ya era monje, adoptando el nombre por el que sería conocido hasta nuestros días: Lobsang Drakpa. Recibió la ordenación como novicio de Choje Dondrub Rinchen, un maestro kadampa —heredero espiritual de Atisha y Dromtönpa— que había querido mantenerse en contacto con la familia del niño porque había recibido profecías sobre lo importante que sería.

Durante los años que pasaron juntos, el joven Lobsang era capaz de memorizar y comprender cualquier texto complejo apenas lo leía. Se dice que con siete años empezó a recibir consejos directos de Atisha y de Vajrapani, algo decisivo pues toda su vida estuvo marcada por visiones de yidams y maestros del pasado, no sólo en persona, sino a través de sus propios gurus, que a veces actuaban como medium o eran ellos mismos emanaciones de esos seres iluminados.

En un momento dado tuvo intención de viajar a India, pero Vajrapani se manifestó en uno de estos lamas, convenciéndole para no hacerlo.
Dejó su tierra a los dieciséis años para mudarse a U-Tsang, la región central del Tíbet. Conoció a más de cincuenta maestros que le enseñaron el profundo significado de los Cinco Tratados de Maitreya y otros textos fundamentales de Vasubandhu, Dignaga, Nagarjuna… Estaba claro que, incluso contando con revelaciones y visiones, Tsongkhapa depositaba una confianza absoluta en el estudio filosófico y el razonamiento lógico, sin quedarse anclado ni en la doctrina del Sutra ni en la aparente parafernalia del Tantra.

Todo aquello era válido, faltaría más, pero sólo tras someterlo a un estricto análisis y dependiendo de la situación mental de cada practicante. Incluso rechazó interesarse desde el primer momento en los tantras superiores, alegando que es necesario conocer primero los sutras y los tantras más básicos para ir avanzando de forma gradual. 

De todos sus gurus, entre los que se encontraban algunos de los más brillantes de su época, tenía predilección por el maestro Rendawa. Es gracias a este lama sakya que apareció una de las oraciones más famosas de la tradición gelugpa. Un día Tsongkhapa compuso para él una bonita alabanza en verso. Rendawa se mostró agradecido, pero advirtió que su estudiante era alguien mucho más digno de devoción que él, así que procedió a repetir los mismos versos dedicándolos de vuelta a Tsongkhapa.

Desde entonces, en la escuela gelugpa es muy habitual recitar este Migtsema de alabanza al fundador. Y no fue el único caso de un maestro que acababa recibiendo enseñanzas de su propio discípulo. Era algo que ocurría con relativa frecuencia. Tal era su genio.

Cuando echamos la vista atrás y pensamos que estábamos haciendo nosotros con veinte años, o vemos qué hacen los jóvenes de esa edad ahora, es curioso pensar que Tsongkhapa empezaba entonces a componer La Guirnalda Dorada, un tratado sobre la Perfección de la Sabiduría. Una vez completó la obra se fue de retiro junto a Pawo Dorje, un maestro kagyu que le servía como intermediario de Manjushri, pero empezó a tener visiones de este bodhisatva de primera mano y poco después fueron enseñanzas completas y transmisiones tántricas derivadas, sobre todo de Vajrabhairava.

Esta conexión con Manjushri fue afianzándose más y más, hasta el punto de tener con él un vínculo tan fuerte como el que pudo unir a Asanga y Maitreya, pero también se convirtió en algo rutinario encontrarse, tanto en sueños como durante la vigilia, con seres como Nagarjuna o el propio Asanga. En este sentido es interesante puntualizar que, aunque muchos gelugpas ensalcen a Lama Tsongkhapa como una manifestación o al menos una emanación de Manjushri, los críticos de esta idea tienen razón al señalar que no lo era.

No se prodigó mucho en ofrecer enseñanzas de forma directa y su legado es más palpable a través de su extensa obra y su influencia. La mayor parte del tiempo prefería permanecer en retiros muy intensivos. En 1392 él y algunos de sus discípulos iniciaron uno de varios años en el que completó sus famosas prácticas preliminares.

Más adelante veremos con más detalle en qué consiste este ngöndrö, pero lo asombroso es que, si para cualquiera de nosotros tomar el compromiso de hacer cien mil postraciones es una odisea, qué podría decirse de los tres millones y medio de postraciones que hizo él, sin desatender las demás prácticas preliminares, cumpliendo con sus muchos otros compromisos rituales diarios, estudiando, escribiendo y dedicando tiempo a largas sesiones de meditación como en todo retiro que se precie.

Fue después de esta purificación, hacia 1398, cuando se dice que tuvo una revelación. Una noche soñó con un grupo de grandes eruditos de Nalanda que debatían sobre la filosofía madhyamika del Camino Medio. Uno de ellos, muy alto y de piel oscura, se incorporó y caminó hacia él. Lo identificó como Budhapalita. El erudito, muy alegre, levantó el libro que llevaba en la mano y tocó con él la coronilla de Tsongkhapa, a modo de bendición.

Al despertar, se dió cuenta de que era el libro que estaba estudiando: El comentario de Budhapalita sobre la Sabiduría Fundamental de Nagajuna. Miró la página que dejó abierta antes de acostarse y leyó el pasaje en el que se menciona que los agregados y el yo no pueden ser la misma cosa puesto que no tienen las mismas características. En ese mismo momento, Tsongkhapa alcanzó la Iluminación.

Inmediatamente compuso su Alabanza a la Originación Dependiente y cambió su rutina de estudio y meditación por la redacción de grandes textos, recibiendo a más estudiantes que escuchaban sus enseñanzas, que se caracterizaban por ser muy profundas y completas a la vez que directas y fáciles de entender. 

Pasados cuatro años, cuando tenía cuarenta y seis, escribió en Reting un texto que supondría un antes y un después en la historia budista: Lam Rim Chen Mo, el Gran Tratado de los Estadios en el Camino a la Iluminación, un auténtico manual de instrucciones para alcanzar el Despertar. En el siguiente capítulo daremos un merecido repaso a este trabajo, para el que Tsongkhapa se inspiró en la Lámpara de Atisha.

En años posteriores publicó Océano de Razonamiento y Esencia de Elocuencia comentarios de la filosofía de Nagarjuna seguidos del Lam Rim Dring, una versión breve del Lam Rim Chen Mo. Resulta curioso que, aunque el Gran Tratado mantiene la perspectiva del Sutra, al mismo tiempo publicó también el Ngakrim Chen Mo, trabajo similar, pero bajo una perspectiva tántrica del que por algún motivo apenas se hace mención. En total dejó dieciocho textos, y a pesar de la fama indiscutible de sus Estadios, la mayoría de las obras estuvieron dedicadas no al sendero gradual, sino al Tantra de Guyasamaya.

En 1410 puso en marcha en el Jokhang de Lhasa el primer Gran Festival de la Oración, Monlam Chenmo, que se repite alrededor del Año Nuevo Tibetano. Aprovechó la ocasión para ofrecer ornamentos y una corona de joyas al Jowo Rimpoché, la estatua de Buda Sakyamuni más sagrada de Tíbet y que continúa en el mismo templo desde los tiempos del rey Songtsen Gampo. Muchos discípulos le rogaron entonces establecer un monasterio, cosa que se hizo realidad apenas un año después con la inauguración de Ganden.

Este campus acabaría por convertirse en el primer monasterio de la nueva orden monástica gelug, y el más grande del mundo. Su nombre es la traducción tibetana de Tushita, la Tierra Pura en la que habita Maitreya hasta que vuelva a nuestro mundo para convertirse en el nuevo Buda, tras el Shakyamuni. El propio Tsongkhapa ocupó el cargo de Ganden Tripa o Sostenedor del Trono de Ganden, título que se mantienen hasta nuestros días sus sucesivos abades. Contrariamente a lo que muchas personas creen, es el Ganden Tripa la máxima autoridad de la jerarquía institucional gelugpa, y no el Dalai Lama.

Su fama llegó hasta China, desde donde recibió invitaciones formales del emperador de la dinastía Ming. Tsongkhapa rechazó ir en persona, pero pidió a su discípulo Shakya Yeshe viajar en su nombre. La visita fue tan fructífera que el mandatario donó materiales suficientes para levantar, en 1419, el gran monasterio de Sera y las buenas relaciones de la tradición gelugpa con los sucesivos emperadores chinos se extendió hasta la caída de la dinastía manchú Qing en 1911.

La influencia de Je Tsongkhapa, tras su fallecimiento aquel mismo 1419, no se limitó —como si fuera poco— al establecimiento de Ganden y Sera, a dejarnos un legado de valor incalculable en forma de nueva orden monástica, servir como ejemplo perfecto de lo que debe ser un practicante ideal, revitalizar aún más la presencia budista en Tíbet y facilitar hasta lo revolucionario la comprensión estructurada del Dharma, sino que siguió brillando también por medio de su herencia humana.

Su discípulo Jamyang Choje Tashi Palden inauguró en 1416 el monasterio de Drepung, completando el triángulo Ganden – Sera – Drepung que es no sólo el grupo de monasterios más importantes para los gelugpa, sino el más famoso de todo el budismo tibetano. ¿Y recordáis cómo Dromtönpa mantuvo vivo el espíritu de Atisha? Siete encarnaciones después renacería como Gendun Drub, uno de los principales discípulos de Tsongkhapa, y aunque entonces no fuese conocido así, otras dos generaciones después fue identificado como Primer Dalai Lama.

“El del valle de las cebollas” manifestó el aspecto de fallecer y entrar en Mahaparinirvana del mismo modo en que lo hizo Buda Shakyamuni, coincidiendo con su propio cumpleaños. Era el vigesimoquinto día del décimo mes del calendario tibetano. Desde entonces, cada año se observa durante esa jornada el Día de Lama Tsongkhapa, o Ganden Ngamchö, en el que se considera muy auspicioso hacer ofrecimientos masivos de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario