Seis siglos de luz
Lo que sigue
es un extracto inédito de “Budismo Tibetano: Una Guía Para Principiantes con
motivo del 600 Aniversario del Mahaparinirvana de Lama Je Tsongkhapa.
Hay
biografías que no le dejan a uno indiferente y que despiertan una devoción y
una inspiración para la práctica difíciles de expresar con palabras. Una de
ellas es la de un ser extraordinario se mire por donde se mire: Lama Je
Tsongkhapa, fundador de la tradición gelugpa.
Nació
en 1357 en un lugar de la región de Amdo conocido como tsongkha, el ‘Valle de las
Cebollas’ del que tomaría su apodo, y desde el primer momento mostró señales de
ser alguien muy especial.
Según
la tradición, parte de la sangre de su cordón umbilical cayó al suelo y en ese
punto exacto empezó a crecer un gran sándalo que dejaba ver en sus hojas
símbolos relacionados con Manjushri. Tiempo después su propia madre, Lubum Ge,
edificó en ese lugar una estupa a la que, con el paso de los años, se anexarían
más obras llegando a convertirse, doscientos años después, en el Monasterio de
Kumbum.
Cuando
muchos de los niños de tres años seguían amamantados por sus madres, más
pendientes de jugar que de aprender a leer o escribir, él tomaba formalmente
los votos de budista laico nada menos que de Su Santidad el IV Karmapa,
recibiendo el nombre de Kunga Nyingpo.
Cinco
años después ya era monje, adoptando el nombre por el que sería conocido hasta
nuestros días: Lobsang Drakpa. Recibió la ordenación como novicio de Choje
Dondrub Rinchen, un maestro kadampa —heredero espiritual de Atisha y Dromtönpa—
que había querido mantenerse en contacto con la familia del niño porque había
recibido profecías sobre lo importante que sería.
Durante
los años que pasaron juntos, el joven Lobsang era capaz de memorizar y
comprender cualquier texto complejo apenas lo leía. Se dice que con siete años
empezó a recibir consejos directos de Atisha y de Vajrapani, algo decisivo pues
toda su vida estuvo marcada por visiones de yidams y maestros del pasado, no
sólo en persona, sino a través de sus propios gurus, que a veces actuaban como
medium o eran ellos mismos emanaciones de esos seres iluminados.
En un momento
dado tuvo intención de viajar a India, pero Vajrapani se manifestó en uno de
estos lamas, convenciéndole para no hacerlo.
Dejó
su tierra a los dieciséis años para mudarse a U-Tsang, la región central del
Tíbet. Conoció a más de cincuenta maestros que le enseñaron el profundo
significado de los Cinco Tratados de Maitreya y otros textos fundamentales de
Vasubandhu, Dignaga, Nagarjuna… Estaba claro que, incluso contando con
revelaciones y visiones, Tsongkhapa depositaba una confianza absoluta en el
estudio filosófico y el razonamiento lógico, sin quedarse anclado ni en la
doctrina del Sutra ni en la aparente parafernalia del Tantra.
Todo
aquello era válido, faltaría más, pero sólo tras someterlo a un estricto
análisis y dependiendo de la situación mental de cada practicante. Incluso
rechazó interesarse desde el primer momento en los tantras superiores, alegando
que es necesario conocer primero los sutras y los tantras más básicos para ir
avanzando de forma gradual.
De
todos sus gurus, entre los que se encontraban algunos de los más brillantes de
su época, tenía predilección por el maestro Rendawa. Es gracias a este lama
sakya que apareció una de las oraciones más famosas de la tradición gelugpa. Un
día Tsongkhapa compuso para él una bonita alabanza en verso. Rendawa se mostró
agradecido, pero advirtió que su estudiante era alguien mucho más digno de
devoción que él, así que procedió a repetir los mismos versos dedicándolos de
vuelta a Tsongkhapa.
Desde
entonces, en la escuela gelugpa es muy habitual recitar este Migtsema de alabanza al
fundador. Y no fue el único caso de un maestro que acababa recibiendo
enseñanzas de su propio discípulo. Era algo que ocurría con relativa
frecuencia. Tal era su genio.
Cuando
echamos la vista atrás y pensamos que estábamos haciendo nosotros con veinte
años, o vemos qué hacen los jóvenes de esa edad ahora, es curioso pensar que
Tsongkhapa empezaba entonces a componer La
Guirnalda Dorada, un tratado sobre la Perfección de la Sabiduría.
Una vez completó la obra se fue de retiro junto a Pawo Dorje, un maestro kagyu
que le servía como intermediario de Manjushri, pero empezó a tener visiones de
este bodhisatva de primera mano y poco después fueron enseñanzas completas y
transmisiones tántricas derivadas, sobre todo de Vajrabhairava.
Esta
conexión con Manjushri fue afianzándose más y más, hasta el punto de tener con
él un vínculo tan fuerte como el que pudo unir a Asanga y Maitreya, pero también
se convirtió en algo rutinario encontrarse, tanto en sueños como durante la
vigilia, con seres como Nagarjuna o el propio Asanga. En este sentido es
interesante puntualizar que, aunque muchos gelugpas ensalcen a Lama Tsongkhapa
como una manifestación o al menos una emanación de Manjushri, los críticos de
esta idea tienen razón al señalar que no lo era.
No
se prodigó mucho en ofrecer enseñanzas de forma directa y su legado es más
palpable a través de su extensa obra y su influencia. La mayor parte del tiempo
prefería permanecer en retiros muy intensivos. En 1392 él y algunos de sus
discípulos iniciaron uno de varios años en el que completó sus famosas
prácticas preliminares.
Más
adelante veremos con más detalle en qué consiste este ngöndrö, pero lo asombroso
es que, si para cualquiera de nosotros tomar el compromiso de hacer cien mil
postraciones es una odisea, qué podría decirse de los tres millones y medio de
postraciones que hizo él, sin desatender las demás prácticas preliminares,
cumpliendo con sus muchos otros compromisos rituales diarios, estudiando,
escribiendo y dedicando tiempo a largas sesiones de meditación como en todo
retiro que se precie.
Fue
después de esta purificación, hacia 1398, cuando se dice que tuvo una
revelación. Una noche soñó con un grupo de grandes eruditos de Nalanda que
debatían sobre la filosofía madhyamika del Camino Medio. Uno de ellos, muy alto
y de piel oscura, se incorporó y caminó hacia él. Lo identificó como
Budhapalita. El erudito, muy alegre, levantó el libro que llevaba en la mano y
tocó con él la coronilla de Tsongkhapa, a modo de bendición.
Al
despertar, se dió cuenta de que era el libro que estaba estudiando: El
comentario de Budhapalita sobre la Sabiduría
Fundamental de Nagajuna. Miró la página que dejó abierta antes de
acostarse y leyó el pasaje en el que se menciona que los agregados y el yo no
pueden ser la misma cosa puesto que no tienen las mismas características. En
ese mismo momento, Tsongkhapa alcanzó la Iluminación.
Inmediatamente
compuso su Alabanza a la Originación
Dependiente y cambió su rutina de estudio y meditación por la
redacción de grandes textos, recibiendo a más estudiantes que escuchaban sus
enseñanzas, que se caracterizaban por ser muy profundas y completas a la vez
que directas y fáciles de entender.
Pasados
cuatro años, cuando tenía cuarenta y seis, escribió en Reting un texto que
supondría un antes y un después en la historia budista: Lam Rim Chen Mo, el Gran
Tratado de los Estadios en el Camino a la Iluminación, un auténtico manual de
instrucciones para alcanzar el Despertar. En el siguiente capítulo daremos un
merecido repaso a este trabajo, para el que Tsongkhapa se inspiró en la Lámpara de Atisha.
En
años posteriores publicó Océano
de Razonamiento y Esencia
de Elocuencia comentarios de la filosofía de Nagarjuna seguidos del
Lam Rim Dring, una
versión breve del Lam Rim Chen Mo. Resulta curioso que, aunque el Gran Tratado mantiene la
perspectiva del Sutra, al mismo tiempo publicó también el Ngakrim Chen Mo, trabajo similar,
pero bajo una perspectiva tántrica del que por algún motivo apenas se hace
mención. En total dejó dieciocho textos, y a pesar de la fama indiscutible de
sus Estadios, la
mayoría de las obras estuvieron dedicadas no al sendero gradual, sino al Tantra
de Guyasamaya.
En
1410 puso en marcha en el Jokhang de Lhasa el primer Gran Festival de la
Oración, Monlam Chenmo,
que se repite alrededor del Año Nuevo Tibetano. Aprovechó la ocasión para
ofrecer ornamentos y una corona de joyas al Jowo
Rimpoché, la estatua de Buda Sakyamuni más sagrada de Tíbet y que
continúa en el mismo templo desde los tiempos del rey Songtsen Gampo. Muchos
discípulos le rogaron entonces establecer un monasterio, cosa que se hizo
realidad apenas un año después con la inauguración de Ganden.
Este
campus acabaría por convertirse en el primer monasterio de la nueva orden
monástica gelug, y el más grande del mundo. Su nombre es la traducción tibetana
de Tushita, la Tierra Pura en la que habita Maitreya hasta que vuelva a nuestro
mundo para convertirse en el nuevo Buda, tras el Shakyamuni. El propio
Tsongkhapa ocupó el cargo de Ganden
Tripa o Sostenedor del Trono de Ganden, título que se mantienen
hasta nuestros días sus sucesivos abades. Contrariamente a lo que muchas
personas creen, es el Ganden Tripa la máxima autoridad de la jerarquía
institucional gelugpa, y no el Dalai Lama.
Su
fama llegó hasta China, desde donde recibió invitaciones formales del emperador
de la dinastía Ming. Tsongkhapa rechazó ir en persona, pero pidió a su
discípulo Shakya Yeshe viajar en su nombre. La visita fue tan fructífera que el
mandatario donó materiales suficientes para levantar, en 1419, el gran
monasterio de Sera y las buenas relaciones de la tradición gelugpa con los
sucesivos emperadores chinos se extendió hasta la caída de la dinastía manchú
Qing en 1911.
La
influencia de Je Tsongkhapa, tras su fallecimiento aquel mismo 1419, no se
limitó —como si fuera poco— al establecimiento de Ganden y Sera, a dejarnos un
legado de valor incalculable en forma de nueva orden monástica, servir como
ejemplo perfecto de lo que debe ser un practicante ideal, revitalizar aún más
la presencia budista en Tíbet y facilitar hasta lo revolucionario la
comprensión estructurada del Dharma, sino que siguió brillando también por
medio de su herencia humana.
Su
discípulo Jamyang Choje Tashi Palden inauguró en 1416 el monasterio de Drepung,
completando el triángulo Ganden – Sera – Drepung que es no sólo el grupo de
monasterios más importantes para los gelugpa, sino el más famoso de todo el
budismo tibetano. ¿Y recordáis cómo Dromtönpa mantuvo vivo el espíritu de
Atisha? Siete encarnaciones después renacería como Gendun Drub, uno de los
principales discípulos de Tsongkhapa, y aunque entonces no fuese conocido así,
otras dos generaciones después fue identificado como Primer Dalai Lama.
“El
del valle de las cebollas” manifestó el aspecto de fallecer y entrar en
Mahaparinirvana del mismo modo en que lo hizo Buda Shakyamuni, coincidiendo con
su propio cumpleaños. Era el vigesimoquinto día del décimo mes del calendario tibetano.
Desde entonces, cada año se observa durante esa jornada el Día de Lama
Tsongkhapa, o Ganden Ngamchö,
en el que se considera muy auspicioso hacer ofrecimientos masivos de luz.
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