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En épocas de calor el cuerpo agradece las
comidas ligeras y refrescantes. Las frutas y verduras de temporada, con un
elevado contenido de agua y otros nutrientes esenciales para nuestro organismo,
sacian nuestra hambre y sed de la forma apetitosa y contribuyen a mantener
nuestra piel bien nutrida e hidratada.
Su aporte de fibra permite que saciemos el apetito sin que nos pese y potencia un óptimo funcionamiento del intestino. Además, su riqueza en antioxidantes naturales protege nuestra salud. En definitiva, no se trata de comer menos en verano, pero sí de seguir una dieta distinta, ya que el número de calorías que precisamos es menor y la hidratación mayor. Al fin y al cabo, se trata de obedecer al propio cuerpo.
Su aporte de fibra permite que saciemos el apetito sin que nos pese y potencia un óptimo funcionamiento del intestino. Además, su riqueza en antioxidantes naturales protege nuestra salud. En definitiva, no se trata de comer menos en verano, pero sí de seguir una dieta distinta, ya que el número de calorías que precisamos es menor y la hidratación mayor. Al fin y al cabo, se trata de obedecer al propio cuerpo.
Aporte fundamental de líquidos
Incluir frutas y verduras en la dieta es,
sin duda, una de las mejores maneras de asegurar los niveles adecuados de
líquidos que precisa nuestro organismo para evitar la deshidratación. Estos
alimentos presentan, además, un bajo aporte energético y resultan muy adecuados
para las épocas de calor, en las que nuestro cuerpo no necesita tantas calorías
como en las estaciones más frías (para mantener la temperatura corporal). Esto
significa que debemos reducir el contenido calórico de la dieta para evitar
aumentar de peso. Para ello, podemos incluir variedad de platos poco grasos y
elaborados principalmente con verduras y hortalizas, ensaladas variadas (con
hortalizas y arroz, pasta, patata¿), cremas y sopas frías, y en los postres
fruta fresca, o porqué no, una pequeña porción de helado o sorbete bien frío
como capricho para el paladar y los sentidos.
Sopas y cremas frías
Además del agua -la bebida más
recomendable-, los zumos, sorbetes, licuados de frutas y sopas o cremas frías
elaboradas con hortalizas (de puerro y patata, de champiñón, gazpacho, de
remolacha¿), proporcionan gran cantidad de agua, vitaminas, minerales, hidratos
de carbono y otras sustancias no nutritivas pero de importantes beneficios para
la salud, conocidas como antioxidantes naturales, que se encuentran mayoritariamente
en los alimentos vegetales. En los últimos años se ha investigado el papel de
estas sustancias en relación con enfermedades de máximo impacto en occidente,
como enfermedades cardiovasculares, numerosos tipos de cáncer, (entre ellos el
melanoma o cáncer de piel), e incluso otras directamente asociadas con el
proceso de envejecimiento, como las cataratas y las alteraciones del sistema
nervioso. Conclusiones de estos estudios demuestran que una dieta rica en
antioxidantes constituye un factor protector frente a las citadas patologías.
Mejor alimentos crudos
Las verduras y frutas de temporada no
deben de faltar en nuestra mesa. Berenjena, calabacín, cebolla, judías verdes,
lechuga, tomate, pepino, pimientos, ciruelas, higos, melocotón, melón, sandía,
uvas¿ son sólo alguna de ellas. Y si tomamos estos alimentos crudos,
aprovecharemos mejor todos sus nutrientes, ya que la cocción en agua o en un
medio graso (aceite, mantequilla¿) destruye gran parte de las vitaminas que
contienen. Las verduras y frutas se convierten cada verano en los alimentos
predilectos, debido a los fáciles de preparar que resultan y a su buen precio,
ya que el verano es la época en que mayor cantidad y variedad se puede
encontrar en nuestros supermercados. Más allá de su sabor y de su capacidad
refrescante, son unos de los alimentos más sanos y recomendados por los
expertos en dietética y nutrición.
Protección de la piel
A medida que se acerca el verano aumentan
los cuidados que requiere la dermis, ya que los rayos solares son los mayores
agresores de nuestra piel y el principal factor de su envejecimiento. Una
alimentación equilibrada y una buena hidratación protegen nuestra piel. Si se
sigue una dieta que asegure el aporte correcto de todos los nutrientes básicos,
podremos mantenerla en perfecto estado de salud, siempre y cuando no la
sometamos después a baños de sol intenso sin ningún tipo de protección.
Los ácidos grasos insaturados como el
ácido oleico, presente en el aceite de oliva y el aguacate, y la grasa, que
contienen los aceites de semillas, frutos secos oleaginosos y el pescado (sobre
todo el azul) son imprescindibles para mantener una piel bien estructurada e
hidratada.
La vitamina A ejerce un papel
esencial en la renovación de la piel y de las mucosas. Se encuentra en los
alimentos de origen animal: hígado, grasas lácteas, huevo, lácteos completos y
en forma de beta-carotenos (el organismo los transforma en vitamina A cuando lo
necesita) en las verduras de hoja verde y de coloración rojo-anaranjado-amarillento
(zanahoria, tomate¿) y en ciertas frutas (albaricoques, cerezas, melón y
melocotón¿).
La vitamina E actúa evitando la
acumulación de radicales libres (acción antioxidante) que en verano aumentan
por la acción de los rayos solares y provocan las denominadas manchas de
envejecimiento. Encontramos buena cantidad de vitamina E en el aceite de germen
de trigo, aceite de soja, cereales de grano entero, aceites de oliva, vegetales
de hoja verde y frutos secos.
La vitamina C o ácido ascórbico es
también un antioxidante. Además, mejora la producción de colágeno, una proteína
que mantiene la piel tersa y sin arrugas. La mejor forma de incorporar esta
vitamina es a través de frutas y verduras, frescas y crudas. Abunda en
alimentos de temporada como kiwi, melón, fresas, moras, pimientos o tomate.
Las vitaminas del grupo B actúan sobre el estado
de la piel, cabello, mucosas e intervienen en los procesos de renovación
celular, entre otras funciones. Aparecen en la mayoría de alimentos de origen vegetal
(verduras, fruta fresca, frutos secos, cereales, legumbres) y en los de origen
animal (carne y vísceras, pescado y marisco, huevos y en los productos
lácteos). Se debe prestar especial atención al ácido fólico, que encontraremos
mayoritariamente en la verdura de hoja verde, legumbres verdes, frutas,
cereales de desayuno enriquecidos e hígado.
El selenio es un mineral con
acción antioxidante, relacionado con un menor riesgo de aparición de ciertos
tumores, entre ellos el de piel. Se encuentra en carne, pescado, marisco,
cereales, huevos, frutas y verduras.
El cinc favorece la formación de nuevas proteínas
(renovación celular) y el buen estado de la piel y las mucosas (tonicidad y
elasticidad de la piel). Abunda en carnes, vísceras, pescado, huevos, cereales
completos y legumbres.
Algunos consejos prácticos
Incluya en su dieta zumos y licuados
vegetales, refrescantes, saludables y repletos de sabor:
Ejemplo de recetas de zumos y licuados
1 remolacha, 2 zanahorias, 1 penca de apio,
1 patata pequeña cocida y 4 rabanitos.
4 tomates, 1 pepino, 1 pimiento verde, 1 diente de ajo y 2 tallos de apio.
Una vez limpios y troceados los ingredientes, lo mejor es pasarlo todo por la licuadora.
4 tomates, 1 pepino, 1 pimiento verde, 1 diente de ajo y 2 tallos de apio.
Una vez limpios y troceados los ingredientes, lo mejor es pasarlo todo por la licuadora.
No hay que tomar más sal: A pesar de las
pérdidas que se producen por el sudor, y salvo casos excepcionales, en épocas
de calor no es necesario aumentar la ingesta de sal. Hay quien piensa que es
preciso ingerir mayores cantidades de sal para reemplazar la que se pierde con
el sudor. Si bien es cierto que cuando sudamos nuestro organismo pierde sal y
agua, normalmente no pierde tanta como para que sea necesario tomar cantidades
extras. Sólo quienes realizan actividades de gran esfuerzo e intensidad a
temperaturas elevadas y sudan copiosamente, y cuando el consumo de agua de una
persona pasa de cuatro litros diarios, se deben tomar cantidades adicionales de
sal, pero ambas condiciones son excepcionales.
Evite el riesgo de intoxicaciones
alimentarias durante las vacaciones: En vacaciones, cuando nos encontramos
fuera de nuestro entorno habitual el modo más seguro de prevenir intoxicaciones
alimentarias consiste en escoger preferiblemente alimentos envasados o
cocinados e inclinarse por el agua embotellada en zonas de costa.
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