1. Encuentra un lugar alejado del ruido, en donde sepas que no serás molestado mientras estás contigo mismo.
2. Siéntate en una silla o sobre un cojín, de manera que sientas que puedes mantener esa posición cómodamente. Procura no cruzar las piernas o brazos, excepto si estás en posición de loto o semi-loto. Procura mantener la espalda recta, puedes apoyarte en el espaldar de la silla o contra la pared, lo importante es que NO RECARGUES LA CABEZA, pues tenderías a dormirte.
3. Cierra los ojos.
4. Haz tres respiraciones profundas, siempre por la nariz únicamente, de tal forma que inhales al menos durante cinco segundos, sostén el aliento unos dos segundos, y exhala durante otros cinco segundos. Repite esto tres veces. (Para ayudarte a llenar y vaciar correctamente los pulmones, saca la barriga al inhalar, y métela al exhalar. Así aseguras que el diafragma baja al tomar aire y sube al soltarlo. De esta forma el aire llenará no solo la parte alta de los pulmones sino que llegará hasta abajo.)
5. Una vez hecho esto, verás que te has relajado casi totalmente. Comienza entonces a respirar normalmente por la nariz, pausadamente, sin forzar tu respiración. A medida que respiras, fija tu atención en cómo entra y cómo sale el aire por tu nariz. Aunque no es necesario, puedes repetir mentalmente la clave Yo Soy (Yooooooo al inhalar y Sooooooooyyyyyy al exhalar) o el mantra So Hum (Sooooooooo al inhalar y Huuuummmmmmmm al exhalar), esto te ayudará a mantener la atención en la respiración.
6. Casi con seguridad notarás pronto que mantener la atención en la respiración es un reto, pues tu mente comenzará a bombardearte con pensamientos y juicios. La clave es NO LUCHAR CONTRA TU MENTE. Si luchas, ella gana, pues la estarás utilizando para luchar contra ella misma. Simplemente NO DESARROLLES LA IDEA QUE LA MENTE TE SIEMBRA. Si el pensamiento llega, no te enganches a este. Simplemente déjalo ir, di a ti mismo que te ocuparás de ese tema más tarde, y tranquilamente vuelve a poner tu atención en la respiración. Continúa así durante unos quince o veinte minutos.
7. Una vez termines, deja pasar al menos unos veinte segundos para volver a subir a la superficie. Luego frota tus manos hasta sentir calor y ponlas sobre tus párpados. Lentamente ve abriéndolos para permitir entrar la luz, y lentamente ve incorporándote de nuevo.
8. Realiza esta técnica una o dos veces al día. Procura no hacerlo recién has comido, sino al menos una hora después. Identifica la hora adecuada de acuerdo con tu propio ritmo. La idea es que evites meditar en momentos en que te puedas dormir durante la meditación.
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